miércoles, 30 de octubre de 2013

Supersticiones del Rio de la Plata IV: El Angelito.


        Hace ya un tiempo que no retomaba la reseña de este libro que han aparecido en este blog bajo el nombre de “Supersticiones del Rio de la Plata”. Libro de finales del siglo XIX escrito en Uruguay por el español Daniel granada (ver I, II y III). Esta vez la retomo porque me llama la atención el desprecio que el autor tiene con lo que son las creencias y costumbres de la gente. Este tipo de libros fue conformando la ideología de las burguesías locales. Permitió ir imponiendo en las sociedades el absoluto desprecio de las clases dominantes por las cosmovisiones no europeas, autóctonas, inútiles al nuevo proyecto socioeconómico que se esparcía por el continente.


“La opinión pública tiene una concepción reducida del cuerpo: es siempre, al parecer, lo que se opone al alma: toda extensión un tanto metonímica del cuerpo es tabú.” (RBxRB, p. 86)

Violeta Parra: “Ya se va para los cielos ese querido angelito” – cuando era niño y escuche esta canción, pensé que decía “ya se va a parar al cielo”. Era una verdadera intriga para mí. Desde las imágenes de esos querubines gordinflones y de apariencia pegajosa que adornaban los brillantes altares de las oscuras iglesias a las que me obligaban a ir; Hasta las escenas cinematográficas de las películas bíblicas que pasaban los días cercanos a la semana santa en tiempo de dictadura; todas esas visiones no me calzaban con eso que escuchaba en esta canción ¿Por qué tenían que irse a parar a los cielos, si ya estaban en él? Ni que decir del segundo verso: “a rogar por sus abuelos, por sus padres y hermanitos”, más encima ¿tenían familia los ángeles? Y el verso que seguía: “cuando se muere la carne el alma busca su sitio” ¿Qué tenía que ver la carne con estos seres que decian que eran enviados por el señor para que cuidaran de nosotros? Y después: “dentro de una amapola o dentro de un pajarito” solo sabía que mi abuelita tomaba agüitas de amapola para dormir (y mucho tiempo después pude probar la delicia de su sabia) y ¿Qué tenía que ver el pájaro si los ángeles ya tenían alas?…  Algo por el estilo eran las preguntas que me planteaba cuando escuchaba la canción de Violeta Parra (que por otra parte siempre que me la nombraban era cómo si hablaran de un pariente, que no era obviamente). Fue así como fue formándose el sentido de “el angelito” para mí. 

ceremonía dedicada a infante muerto al nacer en algún lugar de los valcanes
     La costumbre de velar festivamente la muerte de un recién nacido, no bautizado se expande por gran parte de Latinoamérica y también por otros continentes. Supuestamente hace unos 50 años las cifras de muerte infantil deben haber sido muchas más que las actuales por lo que la celebración de “el angelito” debieron haber sido más comunes que ahora. Hoy en día en chile la ley prohíbe que las mujeres aborten en cualquier caso, incluso cuando se tenga la certeza de que el feto mueran antes o a penas salga del útero, por lo que he conocidos casos en que madres, bajo la vigilancia hospitalaria (o clínica, según sea su clase social), han tenido que llevar su embarazo hasta el final aunque sea riesgoso para su salud. Al salir el feto sin vida o morir pronto los familiares y amigos se han visto en la necesidad de hacer “el angelito” –quizas de una manera más recatada- como forma de exorcizar el trauma de dicha experiencia. Antiguamente la costumbre consistía en colocar al bebe muerto en el centro del lugar, sentado, vestido de blanco, al que se coloca una aureola y unas alitas que tenían que servirle para su viaje al cielo.

         También aparece una referencia a esta costumbre en el libro de Granada, desde una mirada despectiva a las costumbres populares que se daban en el Rio de La Plata. Aparece ilustrada con una imagen de una fiesta donde aparecen bailando unos gauchos al ritmo de la guitarra y el aguardiente.

ilustración de Enrique Rapela.

            A continuación el filólogo, embestido como un santo de la ciencia, compara lo que son las costumbres funerarias cristianas, civilizadas y burguesa, con el ritual funerario “que el ínfimo vulgo suele dedicar a la muerte de los párvulos.” 

describiéndolos en más detalles:
          “Velación y sepultura de cuerpo del difunto son dos solemnidades que, en pudiendo, ningún cristiano omite. La velación de un difunto que está en cuerpo presente, lleva el nombre de velorio entre la gente vulgar, en sentido familiar entre la gente culta [sic]. En sentido figurado se  le llama velorio a lo que es imposible o dudosa realización, y que sin embargo se ofrece o se le quiere presentar como lisonjero. También en sentido figurado y burlesco dícese que ha sido un velorio una tertulia desanimada o a la que ha asistido poca gente. Lo propio dícese de cualquier de cualquier otro género de reuniones que no han estado como era de esperar, dada su naturaleza. Mas no toda clase de velorios son velorio; pues los hay harto animados y estrepitosos que el ínfimo vulgo suele dedicar a la muerte de los párvulos. Reunidos en la casa mortuoria hombres y mujeres, deudos, amigos y convidados, entre los cuales nunca han de faltar soldados, chinas y toda laya de gente alegre, se entretienen durante la noche en cantar y bailar y en diversos juegos de prendas, como las aves nocturnas, el pulpero, la cortina de amor, tan significativos, sin dejar de la mano el cigarro, el mate y la copa de aguardiente o caña, excitante de marca y muy a propósito para avivar más y más el fuego encendido con el roce continuo de multitud de cuerpos desigualmente cargados de electricidades de ambos géneros (positivo y negativo), que ora se atraen, ora se neutralizan y ora se repelen. Movidos de tales estímulos, no es de extrañar que termine la fiesta, como sucede frecuentemente, como tormenta de rayos y truenos: palos y trompadas y tajos, amenazas, gritos, lamentaciones. Tal es el coro de danza y canto que acompaña al recién fallecido angelito en su dichosa ascensión a la celestial morada de los inocentes. La verdad es que el termino velorio tiene un olor a pulpería, que trasciende hasta la médula de los huesos. Decir velorio, es casi decir bochinche, o jarana, con escándalo y pendencia.   
         “El velorio de un angelito solía durar dos, cuatro, seis o más días: pues los vecinos y amigos solicitaban de los padres o deudos el cuerpo de la criatura para celebrar en su casa la bienhadada fiesta. Andaba a ese intento el cadáver putrefacto de casa en casa, dando motivo a que la multitud se divirtiese, jugando, bailando, chacoteando, comiendo y bebiendo. Ceñía el cuerpecito del ángel y colgando de él una cinta roja o azul, por lo regular, que tenía unas cuantas varas de largo y en la cual hacía un nudo cada uno de los concurrentes, a la cuenta para que llevase de ellos al cielo un recuerdo de los que tan bien le querían y quedaban, menos felices, en este valle de lágrimas.”

         Prosigue con una jerarquización de los sujetos según su grado de supersticiosidad y “raza”: 
         “La gente mas supersticiosa, entre el vulgo que puebla las comarcas platenses, son los negros, zambos o pardos, indios y mulatos; no tanto los mestizos; poco o nada los blancos. Menor, mucho menor, es en el campo o campaña el numero de blancos que el conjunto de aquellas castas, entre las que predomina el mestizo o indio. Es de advertir que indio se llama indistintamente al verdadero indio silvestre o civilizado) y al mestizo. Basta que un individuo ostente sangre del indio en sus venas, para que lo llamen y se llame él mismo indio sin el menor empacho; ni lo tienen a gala ni a mengua. A las mujeres, sean indias puras (salvajes o cristianas), sean mestizas, se les llama comúnmente chinas. Eso de chinas no tiene que ver nada, ni aun figuradamente, como pudiera presumirse, con las cosas de aquel gran imperio del Asia dogmatizado por Confucio.”
         Finaliza, obviamente, reivindicando que todo lo bueno -en lo que concierne a creencias-, "la redención", vino de europa:
“Negros, pardos, indios, mulatos, mestizos, blancos: tal es el orden descendente que sigue el achaque de la credulidad en el hombre. No por esos ha de creerse que el rico caudal de aprensiones que el campesino rioplatense almacena en la memoria proceda del negro o del indio. Nada menos que eso. El origen de ellas, en su mayor parte, en su casi totalidad es europeo. A toda la gente de color ha cobijado debajo del mismo manto el tejido de las leyes divinas y humanas que el Viejo Mundo introdujo en el Nuevo. Sólo que algunas castas han conservado, más pertinazmente que otras las trazas que el paganismo había dejado de sus errores en las masa del pueblo cristiano.” 
        
    Lo que Granada llama supersticiones son, en este caso, situaciones de resistencia a la lógica de las sociedades modernas, la forma en que se expresaban cosmovisiones que se creían extintas, aplastadas por la religión europea. En el culto al angelito debemos ver la unidad inidivisible entre el cuerpo y lo que el cristianismo llama alma, una reivindicación de la fiesta y la tragedia, el entrelazamiento de la celebración y el luto, en suma, el principio dual del mundo.

         acá les dejo esta película que habla sobre el tema:


        

2 comentarios:

  1. los modos de la sociedad moderna dicen hoy : si tu angelito no està registrado en el seguro de sepelio, a menos q`desenbolses 6000 $.. , no podrà ser velado ni enterrado sin hacer tràmites de certificados de pobreza etc..

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    1. No quitaron esta costumbre, para mercantilizar hasta la muerte de los no natos o recien nacidos... y además enredarnos en la burocracia estatal... que desagradable tener que hacer tramites además de todo el peso que implican estas situaciones.

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