lunes, 17 de agosto de 2015

La última frontera, prólogo a “Los nuevos compadritos”.

A continuación le dejo el prólogo al último libro de relatos de Fernando Prim, que también viene con ilustraciones de Max Vadala y Emilio Utrera. Paso un buen tiempo desde que este prólogo fuera escrito hasta que apareció esta edición. TEM continúa con su incansable labor. Ya han aparecidos bastantes títulos, entre ellos el de afiches de Tomas Spicolli, proyectos de libros como los de Pablo Cosso, uno Nuevo de Rinaldelli, y próximamente se viene la reedición del Punk Rock (A) y tinta china. Espero poder tenerlos luego a disposición de este lado del cerro. 
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Este libro es la segunda colección de narraciones de Fernando Prim editada por Tren en Movimiento. Los cuentos de Fernandito, los que tienes en tus manos y los de “En la cancha se ven los pingos”, se acercan más a los relatos orales que a las “grandes obras” de estos tiempos, y ahí reside su grandeza. Los que tenemos la suerte de conocerlo y de haber compartido algunos litros con él, lo sabemos. Una persona que gusta de contar y de escuchar historias, que disfruta con cada modismo y juego de palabra. Es la narración por el gusto de contar y la lectura de estos relatos es, por supuesto, para complacerse.
Sus fuentes son las conversaciones de cualquier esquina, del kiosco o del vagón de cualquier tren de Buenos Aires. Historias que son protagonizadas por punkis, skines, rudies, heavys o cualquier contracultura que se desarrollara por estos pagos durante las últimas décadas del pasado siglo o comienzos de éste. También hablan del hincha que no pide nada a cambio de ir a alentar a su equipo y también de barrabravas que han hecho de la tribuna un negocio. De amistad, compañerismo, y de la alienación de algunos personajes que llevan al extremo ciertos pensamientos, mezclados con el uso y abuso de alcohol y drogas.
Algunos de sus relatos transcurren en las calles del Gran Buenos Aires, otros en provincias o en la pampa de la Argentina. Son en estos ambientes donde van creciendo y mutando sus personajes. Esa gran capacidad de mutación es lo que hace que uno simpatice con ellos. Donde sea que transcurran las narraciones, los ambientes serán lugares fronterizos, como los que en su tiempo fueron el arrabal –ese territorio que en algún momento fue el límite entre la ciudad y el campo– y que hoy los puedes encontrar en cada esquina, como un lugar de límite entre lo que llaman civilización y lo que se resiste a ella. La cancha es otra de esas zonas fronterizas y de resistencia a las arremetidas del neoliberalismo (en todas sus versiones) que ya ha hecho estragos en los grandes clubes y que amenaza con hacer desaparecer el futbol de ascenso. Mención especial merece el hermoso personaje de no ficción Darío Dubois: una loa a un rebelde sabatino. 
         Uno de los temas centrales que atraviesan estos relatos son las contradicciones que conllevan sus personajes: el adaptar ciertos cultos juveniles foráneos a la realidad argentina. Como la pandilla rocakabillis políticamente ambigua que toma por asalto un boliche emulando a uno de los últimos grupos armados de éste país, o el mod tucumano –hincha del club local San Martín– que se hace guerrillero en la sierra, o el bandido rural “cartón de vino”, un punki del cono urbano que en su locura alcohólica se aventura hacia la pampa para revivir antiguas historias de héroes al margen de la ley. Todos ellos representan esta unión paradójica, representado con un humor negro, delirio de personajes que buscan su tiempo y espacio chocando con la realidad.
Movimiento o culto juvenil, subcultura, contracultura, llámenlo como quieran según de donde miren. La lectura de éstas narraciones exige a los lectores el conocimiento de las distintas movidas juveniles –con sus músicas, cortes de pelo, vestimentas y formas de comportamiento– nacidas en las grandes metrópolis del llamado primer mundo y que fueron re-creadas (vueltas a crear) en la realidad del tercero. Todas pintadas con los colores de los pequeños clubes de barrio. 
¿Aparecerá la desopilante historia necrófila del petizo Roldán? ¿O el descenso de un dios nórdico mutante a algún parque de Capital? Si no aparecen, búsquenla en el fanzine “En la cancha se ven los pingos”… 
Miren bien antes de entrar en el mundo de Fernandito. Acá aparece el lenguaje en su crudeza vital, no encontrarán concesiones para el lenguaje aséptico de lo “política-mente-correcto”. El absurdo de la realidad supera al de la ficción, o mejor dicho, en este caso, la frontera de una y otra se diluye dejándonos en el espacio de lo posible inverosímil.

Tufo, Bs As, 2013.



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