Publico este homenaje a don Hector Blomberg, publicación que también pretende ser un abrazo a la distancia a todxs lxs amigxs que están lejos (o de los que yo estoy lejos) y un homenaje a lxs que ya no están. Este texto apareció en "En la cancha de ven los pingos Nº 32 (enero-febrero 2014)". Saludos a Fernando que, antes de que escribiera estas lineas, me mostró a este gran escritor, que seguramente era tan cachivache como nosotros. Saludos a Julito Blomberg -Loco Julio o Julio julia'o, como se conoce de este lado de la cordillera- que también es una gran amigo, que también inspiro estas lineas y que también tiene el amor por los viajes y las aventuras como su tio abuelo. Brindo con una malta en la mano! Un abrazo desde la orilla del mar austral!
-.Héctor
Pedro Blomberg (18/3/1889 – 3/4/1955)… La voz de los puertos.-
por Fernando Prim.
Nacido
en la calle Santiago del Estero 236 en la barriada de Monserrat y fallecido por
la misma zona, en Caseros 731. Cuantos pelados de aquella época que
frecuentaban aquel barrio no habrán parado en la puerta de esa casa? “De las
ondas arrulla la gran canción oscura / el sueño de esos muertos que la mar
devoró, / de los héroes ahogados de una enorme aventura, / de una edad
formidable que nunca escribió. / las noches y las allas del océano están llenas
/ de sus tristes y errantes sombras, / y en altar mar sueñan los navegantes que
fueron las sirenas / cantando en las estelas hirvientes, al pasar. / Oh muertos
de los mares, muertos de miles de años / que hablan en los oleajes con acentos
extraños / que sólo algún piloto muy viejo comprendió / en las noches
oceánicas, misteriosas y ahogadas” Hector Blomberg.- El puerto aquel de infinitas
batallas contra invasiones, conflictos entre federales y unitarios, antiguo
símbolo de prosperidad y de explotación laboral. Los puertos que se encuentran
olvidados en las mentes de los que habitamos esta ciudad. Los puertos que
escondidos siguen vigentes, donde sus trabajadores portuarios continúan hasta
hoy trabajando a destajo entre las aguas turbias del rio de la plata. Olvidados
los puertos del barrio de la Boca en donde oxidados barcos están encallados en
frente de la isla Maciel. O como el de retiro, atrás de toda esa cité moderna
que trata de despojar a la ciudad de ese complejo que tanto le dio de comer a
Buenos Aires en épocas remotas. Quizás en la ciudad de Ensenada, su puerto
junto con los astilleros sea el más recordado por sus habitantes gracias a sus
fuentes de trabajo en la fabricación naval. Pero a principios de siglo XX ese lugar era un
extraño paraje de singulares especies humanas y el único y primero que pudo dar
un pincelazo de lo que ocurría en aquellos lugares lúgubres y oscuros fue el gran
Héctor Pedro Blomberg, escritos y protagonista de una vida llena de aventuras y
desventuras. En el puerto se encontraban los hombres más audaces de Buenos
Aires, esa ciudad en plena ebullición. Laburantes, vagabundos, errantes y
“soñadores de bajos fondos”… a esa gente, esa gente excluida y dejada, a la
deriva fue la que describió Blomberg. Algunos historiadores del barrio mencionado
se preguntan si Homero Manzi es sinónimo de Boedo, Héctor Pedro Blomberg no lo
es del barrio del Restaurador? Buenas preguntas se hace esos comuñes.
Era una bruja extraña y familiar
bebía más que los fogoneros en las
sucias tabernas del puerto.
Se arrastraba sobre sus viejas
piernas
hacia los muelles cuando algún
barco volvía.
en las noches inquietas del
“waterside” porteño
hallaba sollozando, ebria en
cualquier café,
de su belleza muerta, su país
brasileño,
su juventud lejana y el hombre que
se fue.
El hombre se había ido hace
cuarenta años,
y ella acechaba siempre los
semblantes extraños
cada vez que los barcos regresaban
del mar.
y entre dos borracheras, un día y otro
día,
en su ilusión terrible soñaba
todavía
hallarlo, aquella bruja trágica y
familiar
La bruja Héctor Pedro Blomberg.
En
los sonidos rudos y originales del punk rock se me hace difícil encontrar
alguna conexión con los puertos. Quizás, gracias a la inclaudicable búsqueda
por conocer bandas de los países más raros de parte de mi amigo Cuki, podríamos
citar a la vieja banda holandesa Komintern Sect y sus loas al puerto de su
ciudad en la canción “Amsterdam”. Cómo olvidarse de esos casi 14 minutos de la
gloriosa “Rima del Anciano Marinero” de Iron Maiden con sus guitarras que
evocan sonidos portuarios donde hasta se escuchan los golpes del barco contra
un perdido muelle en la mitad de la canción. Pero fundamentalmente se me viene
a la cabeza los ritmos épicos y las letras oscuras y misteriosas de los Pogues
con su disco “Rum, sodomy and the lash” de 1985. Irlandeses ellos casi en su
totalidad, seguramente esas historias de inmigrantes y emigrantes, trabajos
duros de sus ancestros y bares atestados de personajes y alcohol hayan llegado
a sus oídos desde muy jóvenes. A su instrumental “Wild cats in Kilkenny”, con
una atmósfera muy oscura también, le siguen las nostálgicas “navigator” y la
representación de una historia de inmigrantes en “thousands are sailing”,
además de siempre nombrar a puertos de cada rincón recóndito de todos los
continentes. Similar es la pluma y visión de nuestro amigo Hector Pedro
Blomberg quien no deja de citar puerto de Cabo verde, Buenos Aires, Liberpool,
Kandapur, Praga, Shangai, Bombay, la Habana y Ceylan, entre otros tantos. Pero
Blomberg no sólo le canta a esos errantes y viciosos personajes que destilan olor
alcohol en los muelles y tabernas cercanas a la tropilla laburante de marineros
sino también le dedica unas cuantas líneas a personajes navales argentinos con nostálgicas
estrofas para tipos como Azopardo, Espora y Brown. Un poco como se disfrazaron
los Pogues para el arte de la contratapa del disco ya mencionado, con uniforme
de capitanes y marineros, tanto Blomberg como la banda de folk irlandés fusionado
con el punk nos dejaron cierta imágenes e impresiones acerca de esa vida tan olvidada
en estas épocas como lo es la del puerto con todo su bagaje a cuestas.
En un café pequeño, un bar triste
y oscuro incrustado en la dársena
una vieja irlandesa sirve a los pocos
clientes una mala cerveza.
hay un violento cromo del rey
Jorge en el muro.
entre los humos acres de aquel
alcohol impuro
adormece el opio sutil de mi tristeza;
un mono de los trópicos chilla
bajo una mesa
y ebrio canturrea con acento inseguro.
una tragedia humilde, misteriosa,
se siente en aquel bar…
y cuando se va el último cliente,
con los brazos sobre una mesa, se
oye llorar a la vieja irlandesa
que todavía sueña con los ojos
azules de aquella
su pequeña que se fue para
siempre, una noche, del bar
la
Irlandesa del Bar de H. P. Blomberg.
Con
sus antológicos textos como “Soñadores del bajo fondo”, “A la deriva”, “Los
habitantes del horizonte”, “Bajo la Cruz del sur” y escritos más líricos que se
encuentran en sus libros de “Poesías y mejores canciones”, algunos de ellos
transcritos en estas hojas, Blomberg nos convence de que es un enamorado de todo
lo que puede encontrarse y acontecer en ultramar. Y si alguien no lo convence
esperen a escuchar su historia, la cual se podría resumir en este extracto: “un
día de 1911, con apenas 21 años, mientras paseaba por el puerto de Buenos
Aires, se detuvo frente a un trasatlántico. A qué hora parte?, le pregunto a un
marinero. Al mediodía, fue la respuesta. Presuroso Corrió hasta su casa, llenó
una pequeña maleta y le dio un beso a su madre. A dónde vas hijo?, A Noruega,
mamá. La ausencia de este primer viaje duró dos años.” O las propias palabras
de este glorioso autor: “siempre he hallado, en todos los puertos que he
conocido, una atracción irresistible. Quizás alguno de mis antepasados, los
viejos noruegos, de los cuales desciendo, hayan visitado los mismos puertos que
he conocido y viajado, porque la ciencia no explica cómo llego hasta mi, a
través de generaciones, ese amor por el mar, sus hombres y sus cosas”.
Los muchachos están ebrios en el
bar
un velero quiebra el agua del
canal.
La Australiana esta borracha de
coñac;
y era bella en otro tiempo…
no es verdad que era hermosa, en la
ribera de otro mar cuando tú eras un
grumete de mi edad?
Pero ahora, pobre Maggie, como
está…
¡Por qué lloras sobre el whisky capitán?
un borracho está cantando sin
cesar
un cantar de los errantes
y en el piano, el inglés ciego
toca un vals
la luz vuelca una amarilla
claridad
en la mugre y la miseria de este
bar
que fundara hace treinta años, tal
vez más,
aquel ex campeón del mundo, Tommy
Sand…
Muelle sucio, turbio cielo, viejo
bar;
alma triste de los hombres que se
van,
de los hombres que no vuelven
nunca más.
El borracho ya ha dejado de cantar…
la australiana se ha dormido, capitán…
En el bar de
la australiana, H. P. Blomberg.
Quizás
aquella ebullición de aquella época que dio al puerto tener ese engranaje de
personajes y esas cualidades parecidas a un mercado humano donde la gente trata
de sobrevivir a cualquier precio, lo más parecido que pueda ser ese complejo
lugar sean las actuales vías y estaciones de cualquier línea ferroviaria de la
ciudad de Buenos Aires donde te podés topar a toda esa manga de personajes
suburbanos tratando de superar los reveces de la vida. Tanto en los antiguos
puertos como en las actuales estaciones ferroviarias y asentamientos lindantes
a ellas podrás encontrar ciertas similitudes salvando la distancia de lugares,
épocas, códigos, contextos sociales, políticos y económicos. La cultura como
visión de la realidad, como postal de lo que fue una época, como un libro de
historia donde te informa como llegaron y se fueron muchos de nuestros
antepasados, de cómo yugaron para tener cierto porvenir en estas tierras inhóspitas
para muchos de ellos. Algún día, quizás en 60 años, algún purrete podrá leer
textos y cuentos sobre chatarreros, vendedores en los trenes, furgones
atestados de vicios baratos, laburantes errantes y sin futuro, cantinas enfrentadas
a las vías del tren y músicas tropicales en alto volumen para saciar angustias
de un pueblo que todavía que todavía no aprendió o no le enseñaron o no le
quieren enseñar a saber cómo vivir.
Bajo los
resplandores sangrientos, mortencinos
que arroja en
cada curva un trémulo farol
sueñan los
harapientos y rudos aladinos
con talismanes
de opio, con lámparas de alcohol.
Perfumes de
las tierras soleadas y distantes…
el Támesis suspira,
trágico y gris,
y pasa por
los barcos y las almas errantes
el gran soplo
nostálgico de un perdido país.
Es de noche
en el Támesis, los marinos chinos
en las cuevas
del Wapping sueñan sus peregrinos
sueños de
opio y muerte, al alba partirán.
Y en la trágica
bruma misteriosa y espesa,
los navíos
reposan bajo la noche inglesa
y sueñan con
los cielos ardientes de Ceylán.
Barcos Dormidos
de H. P. Blomberg.
Dedicado
a un amigo de ley, Julio Blomberg,
apellido que destina a ser un hombre con ansias de tener mil aventuras,
desventuras, malos tragos, alegrías y por sobre todo un cuore plagado de
bondades y buena leche. Y no les miento, nuestro amigo tiene todo eso y más. Un
fuerte abrazo Julio.-
Aquí estoy con los chinos y las
dos irlandesas
que llegaron a bordo del Jamaica Marú
Maggie, la mayor, tiene ojos como
turquesa
y bebe gin en este viejo bar del
Dock Sur.
Nancy, la menor de ellas, parece
gitana,
pero nació en el barrio más pobre
de Dublin;
Arden en sus ojos una pasión
lejana
y en su pálida frente hay una
cicatriz
de dónde la trajeron los chinos
taciturnos?
Maggie me habla al oído: los
conocí en Shangai…
En el bar se morían los murmullos
nocturnos
y en los labios de Nancy se
apagaba un cantar…
El Marú había partido rumbo a
Yokohama
Maggie me ama en las noches
siniestras del Dock Sur;
Me hablaba de su vida errante
y una llama de pasión palpitaba en
su mirada azul.
Pero yo amaba a Nancy, la irlandesa
morena;
los chinos, silenciosos, miraban a
las dos;
las casuchas dormían bajo la luna
llena
y en los negros navios temblaba un
resplandor.
Nancy! Nancy! Una noche su canción
quedó trunca,
los chinos dormitaban abajo borrachos
chandú…
Pobre Maggie! Esa noche bebió más
gin que nunca
y se arrojó a las aguas oscuras
del Dock Sur.
Las dos Irlandesas H. P. Blomberg.-
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