La condición de asalariado hace pensar en algunas usanzas del día a día
que exhiben la lógica avasalladora que las invoca. Una horrible costumbre hay entre
la “gente bien”: el hecho de pensar que al prestar dinero está haciendo un bien
que deja en a la persona endeudada en una situación de deber que va más allá de
la devolución del préstamo. O, en otro ambito, que sólo por el hecho de vender nuestra fuerza de
trabajo ya tenemos un compromiso que va más alla de lo que está en el papel que firmamos junto con nuestro empleador. Pensemos en esta
misma lógica pero aplicada al consumo por crédito que ocurre a diario en los
aspecto básicos del vivir (alimentación, vivienda, salud, vestimenta, etc.),
pero donde el prestamista es una entidad impersonal como un banco, un casa
comercial o institución financiera. En todos estos casos, la palabra deuda adquiere significados que van más alla del simple compromiso de pago. El texto que publicamos a continuación fue
escrito alrededor de 1921. En él se expone al actual sistema económico como si
fuera un sistema de creencias religioso. Reconoce tres rasgos fundamentales del
capitalismo: es una religión puramente de culto, utilitaria, no dogmatica; la
celebración del culto es constante, sin pausa; y es un culto culpabilizador, en
el doble sentido que tiene la palabra “Schuld” en alemán, en que fue escrito en
el original, en tanto culpa y deuda. Este pecado exige una expiación que
involucra al mismo dios, que está oculto. Una religión que no pretende salvar
la vida, sino por el contrario, su absoluta destrucción.
El
Consheleiro
[Im Kapitalismus ist eine Religion zu erblicken...] En el Capitalismo hay que ver una religión. Esto significa que el Capitalismo sirve esencialmente para satisfacer
las mismas necesidades, tormentos o inquietudes a las que antaño daban
respuesta las llamadas religiones.
Esa estructura religiosa del
Capitalismo no es sólo similar a “una imagen de estilo religioso” (así pensaba
Max Weber), sino “un fenómeno esencialmente religioso”. Pero si hoy
intentáramos dar la prueba de esa estructura religiosa del Capitalismo,
acabaríamos en el callejón sin salida de una polémica universal y desmesurada.
No podemos abarcar la red en la que estamos; pero más tarde nos daremos cuenta.
No obstante, hoy ya es posible
reconocer tres rasgos de esa estructura religiosa del Capitalismo:
a) En primer
lugar el Capitalismo es una religión puramente de culto, quizá la más cúltica
que ha existido nunca. No tiene una teología dogmática específica: en él todo
cobra significado sólo a través de una referencia inmediata al culto. Desde
esta óptica adquiere el utilitarismo toda su coloración religiosa.
b) Un segundo
rasgo del Capitalismo relacionado también con esa concreción cultual, es la
duración permanente del culto: el capitalismo es como la celebración de un
culto “sans trêve et sans merci” (sin tregua y sin piedad). No hay en él “días
laborables”, no hay un solo día que no sea “día de fiesta”, en el sentido
terrible de una ceremonia sacra superdesarrollada: es como el despliegue máximo
de aquello que se venera.
c) En tercer
lugar, se trata de un culto culpabilizador. El Capitalismo es quizás el primer caso de un culto que no es expiatorio sino culpabilizador. A partir de aquí, este sistema religioso se ubica
en la explosión de un movimiento monstruoso: una terrible conciencia de culpa/deuda (Schuld en alemán significa a la vez culpa y deuda) que no
sabe liberarse, echa mano del culto no para expiar la culpa sino para hacerla
universal, para grabarse en nuestra conciencia y, por último y ante todo,
inmiscuir al mismo Dios en esa culpa para acabar interesándole en la expiación.
La expiación, por tanto, no hay que
esperarla ni del mismo culto, ni de la reforma de esa religión (que siempre
debe apoyarse en algo más seguro que ella) ni en el abandono de ella. Más bien
pertenece a la esencia de ese movimiento religioso que es el Capitalismo el
aguantar hasta el final: hasta la completa culpabilización final de Dios, hasta
la situación mundial de desesperación que ya hemos conseguido y en la cual
todavía seguimos esperando.
Ahí reside lo históricamente
inaudito del Capitalismo: que la religión ya no significa la reforma de la vida
sino su destrucción, la desesperación se transforma así en el estado religioso
del mundo, del cual hay que esperar la salvación. La trascendencia de Dios ha
desaparecido, pero Dios no ha muerto sino que se ha incrustado en el destino humano.
Todo este cruzar el planeta-hombre por la morada de la desesperación, con la
soledad más absoluta en su camino, es una actitud que deriva de Nietzsche: ese
hombre es el superhombre, el primero que conoce la religión capitalista y
comienza a practicarla.
Un cuarto rasgo es que el Dios (del
capitalismo) debe quedar escondido. Sólo puede ser invocado en el zenit de su
culpabilización. El culto es celebrado por una divinidad inexperta; y cada
pensamiento o cada representación de ella, destroza el misterio de su madurez.
También la teoría de Freud tiene que
ver con el señorío clerical de ese culto. Lo reprimido, la representación
pecaminosa y condenada es con mucho la analogía más luminosa del Capital que
cobra intereses del infierno del inconsciente.
La forma del pensamiento religioso
capitalista se encuentra (también) magníficamente expresada en la filosofía de
Nietzsche. La idea del superhombre empuja el salto apocalíptico no hacia la
conversión, la expiación, purificación o penitencia, sino hacia un crecimiento
constante que en sus últimos tramos se vuelve explosivo y discontinuo. Por eso,
crecimiento y desarrollo resultan inconciliables (en el sentido del adagio
“Natura non facit saltus”): el superhombre es el hombre histórico, construido
sin arrepentimiento y que atraviesa el cielo. Esa destrucción del cielo por el
crecimiento de la capacidad dominadora del hombre, ya fue juzgada por Nietzsche
como una culpabilización (deuda) religiosa; y sigue siendo eso.
Y algo parecido en Marx: ese
capitalismo incapaz de convertirse, se transforma en socialismo a través de los
intereses simples y compuestos, que son una función de la deuda/culpa (¡atención
a la ambigüedad de este concepto!).
El capitalismo es una religión del
mero culto, sin dogma. El capitalismo se ha desarrollado en Occidente –como se
puede demostrar no sólo en el calvinismo, sino en el resto de las orientaciones
cristianas ortodoxas- parasitariamente respecto del cristianismo de modo tal
que, al final, su historia es en lo esencial la de su parásito, el capitalismo.
-Comparación entre las imágenes de los santos de las distintas religiones, por
un lado, y los billetes de los distintos Estados, por otro- El espíritu que se
expresa en la ornamentación de los billetes.
Las preocupaciones: una enfermedad
del espíritu que es propia de la época capitalista. Situación espiritual (no
material) sin salida que (deviene) en pobreza, vagabundeo, mendicidad, monacato
de la vagancia. Una situación así, que carece de salida, es culpabilizante. Las
“preocupaciones” son el índice de la consciencia de culpabilidad de la
situación sin salida. Las "preocupaciones" nacen por el miedo de que
no haya salida, no material e individual, sino, comunitaria.
En tiempos de la Reforma el
cristianismo no favoreció el advenimiento del capitalismo, sino que se
transformó en él. Metódicamente habría que investigar, en primer lugar, qué vínculos
estableció en cada momento el dinero con el mito, hasta que pudo atraerse hacia
sí, tantos elementos míticos del cristianismo para constituir ya, el propio
mito. El precio de la sangre. Thesaurus de las buenas obras. El salario que se
le debe al sacerdote. Pluto como dios de la riqueza.
Vínculo del dogma de la naturaleza
resolutoria del saber y el capitalismo -propiedad para nosotros que lo hace, a
la vez, redentor y verdugo-: el balance como saber redentor y destructor.
Contribuye al conocimiento del
capitalismo como una religión el hacer presente que, originalmente, el
paganismo originario concebía la religión, no como un “elevado interés moral”
"superior", sino, como el más inmediatamente práctico. En otras
palabras, el paganismo fue tan poco consciente, como el capitalismo actual, de
su naturaleza “ideal”, “trascendente”, y la comunidad pagana consideraban a los
individuos irreligiosos o heterodoxos de su comunidad como incapaces, igual que
la burguesía actual considera a sus miembros no productivos.
Walter Benjamin, Kapitalismus als Religion, Zur
Geschichtsphilosophie, Historik und Politik, Gesammelte Schriften.
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