[No era fácil ser adolescente en el chile de los 90s. Tenías
inquietudes políticas pero la mayoría prefería la política de los consensos de
la transición donde víctimas y victimarios se abrazaban para celebrar la
maravillosa democracia. A fines de cuentas eran siempre las mismas familias que
seguían siendo dueñas de todo, hermanos y primos que se peleaban entre sí por
años pero después se volvían a reconciliar. No era fácil ser adolescente en el
chile de los 90s. Lo que quedaba de resistencia a la dictadura y al capitalismo
era asesinada o encarcelada… tampoco lográbamos entender las enredadas siglas
de la cada vez más atomizada ultraizquierda… Decidir ser rebelde era ser
huérfano de toda dirección política y militante… mirábamos con desconfianza
también a algunos hippies que volvían del exilio diciendo ser anarquistas. No
era fácil ser adolescente en los 90s, cuando toda la cultura de izquierda
estaba impregnada de ese folclore de mierda desteñido, de zampoñas, bombos,
charangos y guitarras, que veían como expresiones del imperialismo todo lo que
fuera ruido de guitarras eléctricas, bajos y baterías, sea hxcpunk, metal o
rock’n’roll en general… que era lo que más nos gustaba.]
-Y ahora que hacemo’? – dijo Vicho
después de escupir el último amargo sorbo de “yugoslavo”. Así llamaban al
brebaje que tomaban, mezcla de cerveza y vino blanco.
-Vamos a cachal si encontramo’ una we’a
abierta!- respondió uno que se encontraba mas despabilado que el resto.
Corría el mes de septiembre de año 1993
en Santiago. Era una noche de ese regado mes y Vicho se encontraba chupando con
sus amigos, en un populoso barrio de la capital. Eran pasadas las doce y al
acabárseles el copete decidieron salir en busca de una botillería abierta o
algún clandestino donde poder saciar su infinita sed. Al recorrer el barrio, un
barrio de casa bajas y muchos sitios eriazos, vieron un gran trapo tricolor que
colgaba del mástil de una de ellas. Envalentonado por el vino, Vicho, que era
el más liviano, se subió arriba de los hombros del Kamon, el más corpulento de sus
amigos. Se colgó de la bandera que cayó al suelo con mástil y todo. Se salvaron
de que no les pegara en la cabeza o en otra parte del cuerpo pero provocó un
ruido que despertó a los dueños de casa. Un gordito de rulos los salió
persiguiendo con los restos del mástil, en piyama y con pantuflas de patas de
tigre, por lo que nunca pudo alcanzarlos. Los vieron alejarse, escucharonse sus
risas burlonas, brincando como babuinos en estampida.
Aún
estaban en el colegio y no les gustaba ningún deporte en especial. En cambio,
una de las cosas que más les gustaba hacer era encapucharse. Eso que en ese
tiempo era considerado una locura: salir a la calle a enfrentarse a los pacos con
botellas llenas de bencina,acerrin y aceite quemado y prender neumáticos. No era cosa fácil, ni se podía hacer
en cualquier lugar. Sus gustos estaban
lejos de ser el pasatiempo de una generación intoxicada en la estupidez de las
nuevas ondas de la democracia. Lo de ellos era considerado fuera de lugar, de
gente que se había quedado en el tiempo de la dictadura, que no correspondía en
el nuevo país que de la transición que buscaba “cerrar heridas” y entrar de
lleno en el siglo XXI. Era el país de los acuerdos, mientras en las canas se
encerraba a lo mejor de la juventud, perseguida por los aparatos de seguridad
ahora en manos de socialistas y demócratas cristianos, una evidencia más de que
esa transición era una pura pantomima. La gente “alternativa” esperaba que
ocurriera el famoso destape y que hubiera un gran auge cultural, cosa que nunca
ocurrió. La mayoría de la gente estaba embobada viendo la basura que llegaba
del país del norte. Sólo un puñado reducido compartía los gustos de nuestros
amigos.
Unos días antes del 12 de octubre se
haría una “salida a la calle” en unas de las pocas universidades donde aún
seguían habiendo disturbios: El Pedagógico. Aquel día Vicho y Kamon se habían
hecho la cimarra. Se fueron con ropa de cambio y con la bandera en la mochila
en dirección al Peda. Sabían que si había algo que realmente hería la
sensibilidad del común de la gente era tocar un sentimiento que alcanzaba a
casi todos: el patriotismo. También, a su corta edad había entendido que la
patria chilena se había levantado sobre el aplastamiento de otros pueblos y
culturas, por lo que consideraba muy apropiado quemar una bandera tricolor para
ese día en repudio a esa celebración pro blanca (en ese tiempo aun le decían el "dia de la raza", nunca se supo a que raza se referían). Llegaron a la esquina de Macul con Grecia,
entraron al campus y se cambiaron de ropa antes de juntarse con sus secuaces.
Todos ellos eran más grandes y ya habían salido de la secundaría y no todos
eran universitarios, ellos eran los únicos que andaban con uniforme. Esto
último les costaba la burla de sus mayores.
Comenzaron a juntar el material para
salir a la calle: neumáticos, piedras, restos del mobiliario del campus y el
tronco que servía para romper el muro que separa el campus de la calle Grecia.
También, fabricaron molos y bombas de pintura. En ese momento de su vida aun no
se atrevían a lanzar molos. Quizás por eso me preocuparon más del “acto
simbólico”. Tenían la bandera guardada para sacarla en el momento adecuado,
asunto que ya había sido conversada con el resto del grupo. Se asomaron por
arriba del muro y se hacían señales con los que estaban en la facultad del otro
lado de la calle. Hicieron el maldito agujero del muro, lo que les llevó un
rato ya que la universidad se dedicaba a reforzar la muralla después de
cada disturbio en que se hacia el famoso hoyo (Muro de mierda! con el tiempo comenzó a
parecerse al que está en Gaza). Salieron a la calle e hicieron barricadas.
Después de un rato, llegaron los pacos y la prensa televisiva y escrita.
Comenzó el tira y afloja con la policía, mientras la prensa filmaba y sacaba
fotos. Lacrimógenas y balines venían, molos y piedras iban.
En el momento en que estaba la tele
filmando decidieron sacar la bandera y prenderle fuego. Antes de eso se había
prendido fuego a una bandera yanqui y española, lo que había generado gritos
antiimerialista e insultos anti 500 años. Cuando vino su momento rociaron de
bencina la bandera chilena y cuando
se acercaba el encendedor a la tela comienzan a increparlos un grupo que
también estaba en las barricadas. Todos sus integrantes estaban uniformados
bajo una capucha roja y negra muy bien cocida. En cambio, el grupo de Vicho y
Kamon todos tenían capuchas hechas de poleras rotosas.
-
¡Es la bandera por la que murió Miguel Enríquez!- gritaba el que parecía el
jefe de esa cuadro de pseudoguerrilleros. El resto también les gritaba cosas
que no lograban entender.
Algún insulto irreverente se escucho de
vuelta, junto con alientos para que le prendieran fuego de una vez y la cosa se
armó.
Trataron de quitarles la bandera.
Comenzó el intercambio de patadas voladoras y cachetazos entre los dos bandos.
Por un lado estaban los capuchas bonitas y, por el otro, los capuchas feas.
Bueno… para los pacos, la tele, y la gente que pasaba por el lugar, todos eran
feos. Pero ganaron los capuchas feas y pudieron seguir con su acto de
desprecio, sin antes recibir feroces amenazas que alumbraban fierros y la
prohibición de entrar a un famoso barrio de izquierda, terminando con un “¡¡esto
no se va quedar así!!”. La bandera en manos de nuestros amigos y ardió en pocos
segundos. El bando de capuchas bonitas se replegó al lado por donde habían
salido los que prendieron la bandera, por lo que no podían volver por ese lado
ya que los otros estaban realmente enojados. Tuvieron que aperrar y cruzar la
avenida Grecia hasta la otra universidad, cosa que no era tan fácil cuando
disparan balines y lacrimógenas al cuerpo. Por suerte ese día salieron todos
ilesos pero con más enemigos que antes.
Por la noche, ya en sus casas
familiares, esperaban expectantes que apareciera lo ocurrido en las noticias.
Sólo apareció una breve nota de disturbios provocados por encapuchados en las
inmediaciones del ex pedagógico. La teleaudiencia no pudo ver ni la pelea, ni
el acto iconoclasta de los adolescentes.
~El Conselheiro~
"La historia nos dio la razón: esas sectas se extinguieron, y la juventud rebelde de las décadas posteriores ya no iza la bandera chilena, a no ser que esté al revés y ultrajada como el trapo feo y sangriento que es.".. comentario robado..
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