Nuevamente aparece el genio y figura de Máximo Porki, el Lovecraft bajo la influencia del neopren de las letras locales. Antes de morir garcía marquez pudo ojear uno de sus relatos y entre estertores la enfermera que lo atendía dice que dijo: "esto es mongolismo mágico!!" y estiro la pata dejando una mueca de asco...
El puercoespín
Puercoespín le decían,
No porque fuera hermoso
Como el simpático animal,
Sino por tener el cuero duro cual cerdo
Y el corazón y la cabeza espinudos cual cardo.
Era de un barrio de casas bajas,
en un sector olvidada y a tras mano de la capital,
...Entre la línea del tren y el zanjón.
Su vivienda era un viejo gallinero,
Acomoda’o en un patio trasero.
Su camastro era de esponja
Y su libro de cabecera, la metamorfosis de Kafka
Editado por la revista vea.
Sólo reía de las desgracias ajenas
Y lloraba con las teleseries de la tarde.
Tomaba a sorbos largos,
Brebajes que ni el mismo pata'e'cabra engulliría.
LAS CORRERÍAS DE UN TAL PUERCO ESPÍN
-Levántate conchetumare!!!
…Todos los días lo
mismo, todos los días el horizonte en la cama y el manotazo verbal. No
recordaba desde cuando tragaba la saliva de ver a su madre fermentar en vida.
¿Por qué apropiarse este agravio diario sin siquiera chistar?
-Si no te gusta te vai no ma aweonao!!!
Era como si le leyera la mente.
Se
extendió rugosamente sobre la cama y se volvió a colocar la misma ropa que usaba
desde siempre. Antes siquiera que su madre prendiera otro cigarro ya estaba en
la calle arreglándose los cordones de los bototos. Puercoespín era un muchacho
cualquiera de un barrio pobre en una ciudad tercermundista, es decir, casi nada
en la nada misma. Le gustaba la música de los Misfits, se masturbaba hasta
sentir culpa de sí mismo y se emborrachaba siempre más de la cuenta. Después de
despabilarse un poco de la tortura de su casa, se dirigió al borde de la calle
y calculó cuanto había entre los pasos que podía dar y las separaciones de las
veredas y corrió cruzando la avenida entre micros y carretones de feria.
- Nunca me van atropellar, pensó.
Cada
vez que hacía esta hazaña volvía a repetirse lo mismo. Tenía la certeza que
jamás lo arrollaría vehículo alguno en la vía pública y era este uno de sus
grandes secretos que lo hacían diferente para sí mismo pero igual de weón para
todos los demás. Ya casi llegaba a la esquina de la panadería cuando un potente
silbido hizo que se detuviera en el acto, se dio media vuelta y comenzó a
buscar con la mirada entornada entre los portones viejos de las casas de
enfrente.
Otro silbido y la cabeza rapada de uno de sus
amigos se asomó entre los fierros de una puerta herrumbrosa y ardiente:
-Vamo pa la nogales?
-No he comido ni una wea…
-Vamos weón hay unas minas que viven solas y de
repente sale algo weno.
-Vamos…
Antes de cruzar la calle el pelado volvió a entrar por entre los fierros de la puerta y salió con un huevo en la mano, se lo pasó a Puercoespín y le dijo que se lo comiera pa que no anduviera con la guata vacía…
-Y como chucha querí que me coma esta wea si esta
crudo?
-A lo comando po weón, le hací un hoyo y chupai lo
de adentro.
Dicho
esto, nuestro amigo hizo lo que le señalaron y le aplicó zendo golpe al huevo y como puercoespín jamás había hecho
tal cosa el huevo reventado se le quedó en toda la extremidad enguantada.
-Chúpate la
mano…
-Tai ma weón…
Precisamente
era esta la forma original de cualquier aventura o pasatiempo en el barrio; un saludo cualquiera, una talla de vereda a
vereda y que podía terminar en un sinfín de posibilidades cada una más atroz y
horrenda que la otra, y en eso descansaban
las grandes circunstancias, y estas, portentosas e inabarcables, no hacían otra
mella en la cantidad de alcohol que hubiera entre manos.
Y
así, nuestros amigos se dispusieron a embestir el camino hacia la población Nogales,
distante un par de kilómetros, cuando vieron bajarse de una micro al Topo,
amigo íntimo de los dos secuaces, y no escatimaron
en saltos, gritos y volteretas para llamar su atención. Se notaba que venía un
poco caramboleado y sin más ni más aceptó la invitación propuesta por el pelado
y partieron los tres en dirección a la mentada localidad, vociferándose groserías y corriendo por el medio de la línea del tren.
Cuando
llegaron a la casa, el espectáculo viperino que hacía gala la naturaleza
escalofriante de las dueñas de casa hizo recular a puercoespín y ya sospechó
que algo no muy bueno ocurriría en esa jornada. Había un sofá viejo, sucio y
pestífero, una mesa de plástico en el centro de la pieza y en un rincón una
cuna con una guagua en su interior. La música sonaba, increíblemente tranquila
y acompasada. Lo terrible era el olor a
perro muerto que salía de una de las piezas a oscuras y la figura y forma de
una de las mujeres ahí presente. Tenía esta un estomago increíblemente abultado
que no hermanaba con sus delgadas extremidades y su diminuta cabeza
arremolinada en un tomate sujeto con un palo era indefinida en su belleza u
horror. Hablaba entre dientes y su amiga siempre sonreía.
No había nada para la ingesta así que partieron a
comprar y dejaron al Topo en la casa.
-Oye, pelao… que wea tiene esa mina weón?, le
viste la mansa guata que tiene? La amiga no es fea, pero esa weona es terrible
horripilante…
Llegaron
a la botica y el pelao sacó un fajo de billetes y pidió 4 cervezas de litro,
dejó por los envases, pidió además dos rones silver y un pisco capel y dos
bebidas colas y cigarros.
Puercoespín
lo miró de hipo en hipo y le comentó al viento, pero con la entonación debida para que su amigo lo
escuchara: “Y me trae un huevo cruó el culiao…”
El
pelado lo miró y le pidió al botillero un paquete de ramitas y se las entregó a
Puercoespín.
Cuando
volvieron de comprar el topo dormía sobre el sofá y la polilla humana estaba
lavando unos vasos. La amiga, la guapa, se estaba duchando y la guagua seguía
mirando sin decir nada desde el borde de la cuna.
Se
dispusieron a beber y dejaron que el amigo durmiera un rato. Las cervezas se
terminaron rápido y cuando se acomodaban a abrir el pisco despertaron al Topo y
le pusieron un combinado en la narices que ni lento ni perezoso se empinó en
seguida, y ante hazaña tan magnifica volvió a caer en un estado semi inconsciente
y se sentó en el sofá sin decir mucho.
La
mujer descalabrada bebía fuerte y parejo y la otra se hacía la más decente,
suponiendo que el pelado se la quería tirar. La conversación versaba sobre
tópicos regulares de una vida de población, La muerte de tal o cual fulano, la
yuta, la vieja culia sapa, los vecinos tráficas y las maracas, etc. etc.
En
un momento dado, cuando ya los dos aparejados se habían escurrido hacía una de
las piezas interiores, puercoespín comenzó a interrogar a la mujer:
-Y la guagua ni molesta ah? - ¿Es tuya? - ¿O de
ella? - ¿Y de quién es la casa? - ¿Y por qué no le dan comida a esa criatura?-
El
coleóptero humano un tanto borracho ya por la excesiva bebienda envilecida e
indiferente completamente a todo sentido vergonzoso, se acercó melosamente a
nuestro amigo, le rodeó el cuello con un brazo semejante a un tentáculo
pulperino y a través de espacios finitos que chocaban con las ruinosas paredes
de la casa y que se repetían en los ojos de la criatura, le susurró al oído,
entre acres sabores y muelas podridas: ¿Por qué no vamos pa la pieza?
Puercospín
borracho estaba, pero la figura
maltrecha y desbocada de la mujer que le proponía un encuentro sexual le comenzó a bailar en el estomago y
apartándola con el brazo salió raudo y desesperado a vomitar al antejardín de
la casa.
Debemos
suponer que el rechazo incomodó a la
extraña mujer y que al ver a su presa arrancar y ensuciar su pérfido espacio se
le abalanzaron todas las malas intenciones:
-Tení que puro limpiar toda esa wea perkin culiao!
Puercoespín
la miraba desde su posición inversa a la vez que botaba borbotones de vomito y
las imágenes horribles le iban generando más nauseas. En su destemplado ensueño,
nuestro amigo suponía que la hembra que
tenía al frente, pero al revés, asemejaba a un papalote que soportaba un agudo
síndrome de estorbo intestinal y su sobrellevada columna aguantaba un peso
inmenso que sus patas cortas y peludas no iban
a ser capaces de resistir. En
aquel momento, lejos de la razón y de la
voluntad, sino más bien dominado por una impresión, le dijo:
-Cuantos años tení de embarazo tù, entonces?
Y... ocurrió.
La mina se paró de la
silla como corriendo, agarro la botella a medio llenar y le empezó a gritar:
Puercoespin se detuvo
un momento justo antes de recibir el botellazo, pensó en su perro abandonado e
intentó esquivar el proyectil... pero nada, el pirata le rajo la cabeza medio a
medio; sintió como grumos en la boca y se apagó como tele vieja.
Pa que se acuerden 13-10-16
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