lunes, 14 de noviembre de 2016

LAS CORRERÍAS DE UN TAL PUERCO ESPÍN. x Máximo Porki.

Nuevamente aparece el genio y figura de Máximo Porki, el Lovecraft bajo la influencia del neopren de las letras locales. Antes de morir garcía marquez pudo ojear uno de sus relatos y entre estertores la enfermera que lo atendía dice que dijo: "esto es mongolismo mágico!!" y estiro la pata dejando una mueca de asco...


El puercoespín

Puercoespín le decían,
No porque fuera hermoso
Como el simpático animal,
Sino por tener el cuero duro cual cerdo
Y el corazón y la cabeza espinudos cual cardo.
Era de un barrio de casas bajas,
en un sector olvidada y a tras mano de la capital,
...Entre la línea del tren y el zanjón.
Su vivienda era un viejo gallinero,
Acomoda’o en un patio trasero.
Su camastro era de esponja
Y su libro de cabecera, la metamorfosis de Kafka
Editado por la revista vea.
Sólo reía de las desgracias ajenas
Y lloraba con las teleseries de la tarde.
Tomaba a sorbos largos,
Brebajes que ni el mismo pata'e'cabra engulliría.


LAS CORRERÍAS DE UN TAL PUERCO ESPÍN

-Levántate conchetumare!!!

…Todos los días lo mismo, todos los días el horizonte en la cama y el manotazo verbal. No recordaba desde cuando tragaba la saliva de ver a su madre fermentar en vida. ¿Por qué apropiarse este agravio diario sin siquiera chistar?

-Si no te gusta te vai no ma aweonao!!!

         Era como si le leyera la mente.
Se extendió rugosamente sobre la cama y se volvió a colocar la misma ropa que usaba desde siempre. Antes siquiera que su madre prendiera otro cigarro ya estaba en la calle arreglándose los cordones de los bototos. Puercoespín era un muchacho cualquiera de un barrio pobre en una ciudad tercermundista, es decir, casi nada en la nada misma. Le gustaba la música de los Misfits, se masturbaba hasta sentir culpa de sí mismo y se emborrachaba siempre más de la cuenta. Después de despabilarse un poco de la tortura de su casa, se dirigió al borde de la calle y calculó cuanto había entre los pasos que podía dar y las separaciones de las veredas y corrió cruzando la avenida entre micros y carretones de feria.

- Nunca me van atropellar, pensó.

Cada vez que hacía esta hazaña volvía a repetirse lo mismo. Tenía la certeza que jamás lo arrollaría vehículo alguno en la vía pública y era este uno de sus grandes secretos que lo hacían diferente para sí mismo pero igual de weón para todos los demás. Ya casi llegaba a la esquina de la panadería cuando un potente silbido hizo que se detuviera en el acto, se dio media vuelta y comenzó a buscar con la mirada entornada entre los portones viejos de las casas de enfrente.
Otro silbido y la cabeza rapada de uno de sus amigos se asomó entre los fierros de una puerta herrumbrosa y ardiente:

-Vamo pa la nogales?
-No he comido ni una wea…
-Vamos weón hay unas minas que viven solas y de repente sale algo weno.
-Vamos…

Antes de cruzar la calle el pelado volvió a entrar por entre los fierros de la puerta y salió con un huevo en la mano, se lo pasó a Puercoespín y le dijo que se lo comiera pa que no anduviera con la guata vacía…
-Y como chucha querí que me coma esta wea si esta crudo?
-A lo comando po weón, le hací un hoyo y chupai lo de adentro.
Dicho esto, nuestro amigo hizo lo que le señalaron y le aplicó zendo golpe al  huevo y como puercoespín jamás había hecho tal cosa el huevo reventado se le quedó en toda la extremidad enguantada.

 -Chúpate la mano…
-Tai ma weón…

Precisamente era esta la forma original de cualquier aventura o pasatiempo en el barrio;  un saludo cualquiera, una talla de vereda a vereda y que podía terminar en un sinfín de posibilidades cada una más atroz y horrenda que la otra, y  en eso descansaban las grandes circunstancias, y estas, portentosas e inabarcables, no hacían otra mella en la cantidad de alcohol que hubiera entre manos.
Y así, nuestros amigos se dispusieron a embestir el camino hacia la población Nogales, distante un par de kilómetros, cuando vieron bajarse de una micro al Topo, amigo íntimo de los dos secuaces,  y no escatimaron en saltos, gritos y volteretas para llamar su atención. Se notaba que venía un poco caramboleado y sin más ni más aceptó la invitación propuesta por el pelado y partieron los tres en dirección a la mentada localidad,  vociferándose groserías y corriendo  por el medio de la línea del tren.
Cuando llegaron a la casa, el espectáculo viperino que hacía gala la naturaleza escalofriante de las dueñas de casa hizo recular a puercoespín y ya sospechó que algo no muy bueno ocurriría en esa jornada. Había un sofá viejo, sucio y pestífero, una mesa de plástico en el centro de la pieza y en un rincón una cuna con una guagua en su interior. La música sonaba, increíblemente tranquila y acompasada.  Lo terrible era el olor a perro muerto que salía de una de las piezas a oscuras y la figura y forma de una de las mujeres ahí presente. Tenía esta un estomago increíblemente abultado que no hermanaba con sus delgadas extremidades y su diminuta cabeza arremolinada en un tomate sujeto con un palo era indefinida en su belleza u horror. Hablaba entre dientes y su amiga siempre sonreía.
No había nada para la ingesta así que partieron a comprar y dejaron al Topo en la casa.

-Oye, pelao… que wea tiene esa mina weón?, le viste la mansa guata que tiene? La amiga no es fea, pero esa weona es terrible horripilante…

Llegaron a la botica y el pelao sacó un fajo de billetes y pidió 4 cervezas de litro, dejó por los envases, pidió además dos rones silver y un pisco capel y dos bebidas colas y cigarros.
Puercoespín lo miró de hipo en hipo y le comentó al viento, pero  con la entonación debida para que su amigo lo escuchara: “Y me trae un huevo cruó el culiao…”
El pelado lo miró y le pidió al botillero un paquete de ramitas y se las entregó a Puercoespín.
Cuando volvieron de comprar el topo dormía sobre el sofá y la polilla humana estaba lavando unos vasos. La amiga, la guapa, se estaba duchando y la guagua seguía mirando sin decir nada desde el borde de la cuna.
Se dispusieron a beber y dejaron que el amigo durmiera un rato. Las cervezas se terminaron rápido y cuando se acomodaban a abrir el pisco despertaron al Topo y le pusieron un combinado en la narices que ni lento ni perezoso se empinó en seguida, y ante hazaña tan magnifica volvió a caer en un estado semi inconsciente y se sentó en el sofá sin decir mucho.
La mujer descalabrada bebía fuerte y parejo y la otra se hacía la más decente, suponiendo que el pelado se la quería tirar. La conversación versaba sobre tópicos regulares de una vida de población, La muerte de tal o cual fulano, la yuta, la vieja culia sapa, los vecinos tráficas y las maracas, etc. etc.
En un momento dado, cuando ya los dos aparejados se habían escurrido hacía una de las piezas interiores, puercoespín comenzó a interrogar a la mujer:
-Y la guagua ni molesta ah? - ¿Es tuya? - ¿O de ella? - ¿Y de quién es la casa? - ¿Y por qué no le dan comida a esa criatura?-
El coleóptero humano un tanto borracho ya por la excesiva bebienda envilecida e indiferente completamente a todo sentido vergonzoso, se acercó melosamente a nuestro amigo, le rodeó el cuello con un brazo semejante a un tentáculo pulperino y a través de espacios finitos que chocaban con las ruinosas paredes de la casa y que se repetían en los ojos de la criatura, le susurró al oído, entre acres sabores y muelas podridas: ¿Por qué no vamos pa la pieza?
Puercospín borracho  estaba, pero la figura maltrecha y desbocada de la mujer que le proponía un encuentro sexual  le comenzó a bailar en el estomago y apartándola con el brazo salió raudo y desesperado a vomitar al antejardín de la casa.
Debemos suponer que el rechazo incomodó  a la extraña mujer y que al ver a su presa arrancar y ensuciar su pérfido espacio se le abalanzaron todas las malas intenciones:

-Tení que puro limpiar toda esa wea perkin culiao!

Puercoespín la miraba desde su posición inversa a la vez que botaba borbotones de vomito y las imágenes horribles le iban generando más nauseas. En su destemplado ensueño, nuestro amigo suponía que  la hembra que tenía al frente, pero al revés, asemejaba a un papalote que soportaba un agudo síndrome de estorbo intestinal y su sobrellevada columna aguantaba un peso inmenso que sus patas cortas y peludas no iban  a ser capaces de resistir.  En aquel momento, lejos de la razón y  de la voluntad, sino más bien dominado por una impresión,  le dijo:

-Cuantos años tení de embarazo tù, entonces?

Y... ocurrió.
La mina se paró de la silla como corriendo, agarro la botella a medio llenar y le empezó a gritar:


Puercoespin se detuvo un momento justo antes de recibir el botellazo, pensó en su perro abandonado e intentó esquivar el proyectil... pero nada, el pirata le rajo la cabeza medio a medio; sintió como grumos en la boca y se apagó como tele vieja.

Pa que se acuerden 13-10-16

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