Este texto lo he tenido 4 veces
en mis manos. La primera fue hace más de un año que Cortés me lo mando en pdf.
No le dí mucha bola porque estaba leyendo cosas de otro ámbito más local.
Quizás reencantado con malalche, la banda electrónico del tabo, dueño y señor
de la legendaria disco beat de san diego en santiago, referencia inevitable de
todo melómano de origen proletario. Quizás porque leer sobre lo que pasaba en
la isla asiática durante el 68 me parecía algo muy exótico. El asunto es que
después tuve la primera edición de 1-2-3-4, que leí con entusiasmo y paso a ser
por una semana mi libro preferido en el bolso que me acompaña a diario desde
hace unos 5 años (gracias a Vic). Perdí ese libro posiblemente en el transporte
público de la X región. Luego me lo regaló julio la última vez que lo vi en
Valdivia, pero lo perdí ese mismo día no sé si en el pogo inspirado escuchando
a Argh! de Temuco o en el bus de vuelta al Melipulli. Me lo volvió a mandar su
editor en argentina, Natural de Tren en Movimiento ediciones (ya a esta altura
me daba vergüenza pedírselo de nuevo al autor), mi editorial amiga y amigo
también Natural. Supongo que esta tozudez por tener este libro dice algo de la
importancia que tiene. Pero no es el momento de hablar del libro sino del texto
“barricadas a-go-go!” que es el capítulo 1 de él. Lo primero que diré de barricadas -de la intención de escribir
sobre un periodo en un territorio en particular- y de la escritura de Cortés en
general son la importancia que hay en las digresiones que hace en su recorrido. En este
caso nos llevan desde parís del 68, a chile, al congo, a Argelia, a argentina, a
eeuu, a korea del norte, Vietnam… etc; pasando por distintas épocas; recuerdos
familiares; lecturas; discos y Peliculas. Un conocimiento que algún inepto podría decir que es
enciclopédico, pero que es demasiado caótico para ser denominado como tal.
Un caos de información pero muy bien
manejado para ser presentado como un posible marco teórico de cualquier
investigación de cualquier movimiento musical, artístico o político de los últimos
50 años, desde un punto de vista antagónico claro está.
Pero que se/sabemos de Japón? Las
bombas atómicas que arrojaron los yanquis en Hiroshima y Nagasaki; que tienen
un modo de producción denominado Toyota (así como ¨los gringos tiene el modo
Ford), que obliga a sus trabajadores hasta hacer informe de sus vacaciones (por
eso es que los japoneses siempre se ven sacando fotos, porque tienen que llegar
a contar lo que hicieron a la empresa); del hxcpunx conozco a G.I.S.M, Gauze,
death side, the stalin; del rock más experimental, a Boris (si no me equivoco
el nombre es por la primera canción del bullhead de Melvins); del metal, los
incomparables Sabat; y como voy a dejar de nombrar la oscuridad de Corrupted. En general respecto a los dos primeros hechos nombrado
podemos hacernos una idea de cómo debe haber sido vivir en el Japón de
posguerra. Y viendo lo que sé sobre Japón es muy poco respecto a la generosa
información que entrega Barricadas A-go-go!
El artículo comienza con el subtítulo
“apuntes sobre la escena musical japonesa de 1968 a 1977” [1], periodo que ha sido
llamado por algunos el segundo asalto del proletariado durante el s. XX (el
primero fue entre 1917 y 1923). El propósito del texto es claro: un “intento de
aportar a una reconstrucción del ambiente revolucionario de esos tiempos,
centrándose en Japón, con su tormenta de feed-back y barricadas a-go-go,
empleando el concepto de “escena” que integra y supera la distinción entre arte
y política”. Como dijimos, se parte con una
suerte de marco teórico, en que se expresa el sentido de hablar sobre este
periodo histórico en cualquier rincón del planeta, desenmascarando a los
falsificadores o revisionistas de la historia (hoy a esto le llaman “posverdad”,
que no utilizo porque no me simpatizan las palabras que comienza con el prefijo
“pos”) que hablan del 68’ francés, como “el mayo de los estudiantes”, en una
lectura que ignora u oculta “la huelga general [y] salvaje de más de 10
millones de trabajadores, llevada adelante en contra del aparato del partido
“comunista” Francés” (cortés, p. 26). En este punto aclara en nota a pie de
página que utilizará la palabra comunista entre comillas cada vez que se
refiera al infame partido ya que comunista “es quien lucha por la sociedad sin
clases y sin Estado”, no quien pretende “gestionar la sociedad de clases desde
el Estado”. Acá está la clave para entender el movimiento revolucionario que se
vivió en dicho momento a nivel planetario, un movimiento en contra del capital
y la burocracia, sea esta socialdemócrata o estalinista. Es decir, debemos
entender que no existe una oposición real al capitalismo sino se cuestiona
también a los que pretenden adueñarse del Estado para gestionar la sociedad,
por muy antifascista, antirracista, progre o integrador que se presenten sus
programas[2].
No esta demás decir, que tanto el capital y el Estado son dos caras de un mismo
fenómeno, el primero referido a las relaciones netamente económicas y el segundo
como regulador geopolítico, pero que se necesitan uno al otro.
Después de este largo y delicioso
periplo por la historia, teoría política y del arte entra derechamente en lo
que es Japón en dicho periodo entendiendo que “al estudiar la historia de
cualquier movimiento histórico hay que partir por entender el contexto global
de cada época, y luego insertar ahí los distintos procesos y fenómenos que se
dan a nivel local (pues podemos considerar que en rigor nada es local y todo es
global. Y viceversa. Los análisis que hacemos van siempre en una u otra
dirección, hasta poder estar en condiciones de llegar a reflexiones o
conducciones más generales. Y proseguir así, hasta el nuevo intento de
síntesis)” (Cortés, p.38) ¡Una excelente definición de dialéctica! Acá comienza
a hacer una revisión de los grupos artísticos y políticos que comenzaron a
agitar la sociedad nipona. Se refiera al movimiento MAVO, que fue más o menos
el equivalente a DADA en Japón en el periodo del primer asalto proletario,
nombrándolo como el antecedente de lo que ocurriría en el periodo del segundo
asalto del proletariado. Refiriéndose a ese momento se explaya sobre el grupo
ZENGAKUREN, que bajo la consigna “anticapitalismo, antiestalinismo”
revolucionaban el ambiente oponiéndose a la sociedad de su tiempo de lo que nos
quedan las imágenes de ellos intentando detener la construcción de un aeropuerto
con cascos y molotovs (creo que es esta secuencia la que nos quedó dando vueltas desde los 90' y la que inspiró el título de este texto). Acá se hace referencia a libros y otros documentos, como
películas, que tratan sobre este movimiento. No haré referencias explícitas a
ellos ya que para eso está el texto que estoy comentando.
Luego habla de lo musical, sobre
la importancia que tuvo en Japón la influencia de bandas como Blue Cheer, que
nunca fue muy valorada en el ámbito comercial (Quizás un poco estos últimos
años con la proliferación de bandas stoner o sludge metal, que intentaron
emular el sonido de los 70s y los acordes disonantes de esta banda). O la
importancia de el gran saxofonista Albert Ayler, otro que tampoco tuvo mucho
reconocimiento en su tiempo, salvo por Coltrane que de alguna forma lo apadrinó,
o mejor dicho lo reconoció y se sintió influido por él, lo que queda plasmado
en su último periodo creativo. Ahhh… no debemos olvidar nombrar también a Yoko
Ono, que no fue tan pelotuda como la hacen aparecer los medios hegemónicos. A
propósito de esto otro dato interesante: durante el año 66 visita la isla asiática, tanto Coltrane
como los Beatles, y ambos dejaron huella, imaginen que pudo salir de eso. 4
años antes lo había hecho el compositor y filósofo John Cage, creador que daba
importancia a la performance, la improvisación, el ruido y el silencio. Y Bueno…
la cultura japonesa también influenció en gran medida a la cultura occidental[3].
Terminaré esta referencia sólo
hablando de las bandas en que Cortés se detiene: por una parte dos bandas de
rock, los Flower Travellin’ Band y les Rallizes denudés; por otra, en el ámbito
del free jazz, la figura del guitarrista Masuyaki Takayanagi. Sólo puedo decir
que lean este artículo, si es posible también los libros a los que se hace
referencia (alguna vez Cortés me presto el libro “la izquierda revolucionaria
en el Japón” de Bernard Béroaud, absolutamente recomendable, y si alguien lo
tiene y lo quiere regalar o vender que me contacte), vean las películas y videos
en el tubo. Pueden Leer Barricadas
como texto individual o en el libro 1-2-3-4. Lo último que puedo decir es que la pluma de Cortés es prolífica,
arriesgada, certera y que esta tendencia a caer en las disgreciones es una delicia… No puedo
dejar de recordar las palabras de Walter Benjamin, refiriéndose a la lógica de
la crónica: “nada de lo que pasó alguna vez debe ser considerado como una
perdida para la historia”. Lo iba a poner de epígrafe pero lo puse como
conclusión.
"Barricadas A-GO-GO" fue editado como librillo por Excurso 2&3Dorm y lo pueden leer acá: http://www.dosytresdorm.org/BARRICADAS%20AGOGO_Lectura.pdf
También lo pueden leer en argentina en el libro 1-2-3-4, editado por Tren En Movimiento Ediciones.
[1]
Reconozco que el concepto de escena siempre me ha sido odioso, sentimiento que
me viene del tiempo de los recitales hardcore punk, cuando un sector quizo
separar el termino entre hardcore y punk quedándose solo con la primera palabra
y hablaban de “escena hardcore”. De ahí escena siempre lo relacioné como algo
que era una representación más que algo que realmente fuera vivido,
representación como presentación de algo ausente o de volver a hacer presente
algo ¿lo que hacían los pelotudos en NY o california? No lo sé. En este caso Cortés
vuelve a revitalizar en el término anclándolo a la posibilidad de una
integración (en oposición a la separación capitalista).
[2]
Para profundizar esta discusión sugiero la lectura del texto “Fascismo /
antifascismo” de Gilles Dauvé, editado en este territorio por la editorial
Pensamiento y Batalla. Ahí nos dice: “tanto la dictadura como la democracia se
proponen fortalecer el Estado, la primera como cuestión de principios, la
segunda para protegernos –acabando con el mismo resultado. Ambos trabajan por
la misma meta: el totalitarismo. En ambos casos es cuestión de obligar a todo
el mundo a participar en la sociedad ‘de arriba abajo’ para la dictadura, ‘de
abajo arriba’ para los demócratas’”.
[3] Un
ejemplo de esto fue el libro “El imperio de los signos” escrito por el
semiólogo franchute Roland Barthes, un texto considerado un clásico en esta
disciplina y que habla de la cultura japonesa desde el punto de vista de la
ciencia que estudia los signos.
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