martes, 17 de diciembre de 2013

Cencosud es más nihilista que Nechayev o Wattie. Crítica social o nihilismo?

      Hoy por hoy, los impulsos más destructores que se centran en la nada misma no son ni los viejos nihilistas que atemorizaban a la nobleza de la rusia zarista, ni los punks más autodestructivos de cualquier época y lugar, SON "la gente bien", dueños de los medios de producción y de circulación de mercancías:
 
    "Parece, a fin de cuenta, que no hemos encontrado el nihilismo en ninguna parte. Aun así, llamar “nihilismo” a la crítica social radical es algo más que una reacción defensiva. Para ser exactos, no es nada menos que un enrevesamiento de la verdad: pues nihilista es la sociedad moderna misma y eso por motivos que van mucho más allá de cuanto indicaran Nietzsche o Heidegger. La nada, la carencia de fundamento, es el núcleo de su modo de producción. Cuando no se produce ya para el valor de uso sino únicamente para el valor de cambio, cuando el trabajo no sirve para satisfacer las necesidad concreta sino solamente para fabricar unos objetos cualesquiera para venderlo en el mercado (lo que Marx llamó “trabajo abstracto”), entonces la abstracción, lo puramente cuantitativo, el predominio de la forma-mercancía, sobre cualquier contenido, determina la entera vida social. El valor de cambio, la simple cantidad de trabajo social que se ha incorporado a una mercancía, es el simple triunfo de la cantidad, de la abstracción de toda cualidad. Hegel sabía ya que “hacer valer abstracciones en la realidad significa destruir realidades”. El valor de cambio no es un principio “pleno” que va creando una sociedad a su medida, sino una potencia destructora que conduce a la subordinación del ser humano, de la naturaleza y aun de la producción material misma, a la necesidad del acrecentamiento incesante del valor de cambio, lo cual por otros motivos, es decir, a causa del aumento de la productividad, se va haciendo cada vez más difícil. El contraste entre la riqueza material concreta y la forma vacía por la cual ésta debe pasar tal vez haya alcanzado hoy en día un estado decisivo. Lo cierto es, de todos modos, que la forma-mercancía, tras un periodo de incubación que duro unos tres siglos, conquisto rápidamente la sociedad en la época de las revoluciones burguesas y de la revolución industrial. Se explica, por tanto, la irrupción repentina de lo negativo en sus diversas variantes en la cultura de los primeros decenios del siglo XIX: ésta representaba una constatación crítica del desmoronamiento de los fundamentos tradicionales de la sociedad, pero también una especie de mímesis de ese trastorno, su reproducción en el pensamiento y en la vida; sobre todo porque la desaparición de los viejos vínculos sociales, la superación de la “plenitud” de época premoderna o feudal, era vivida durante mucho tiempo como una liberación de unas ataduras sofocantes. Desde este punto de vista, un elemento nihilista consciente podía efectivamente formar parte de la crítica social. Era muy comprensible que en ciertos periodos el placer de la destrucción prevaleciese sobre la exigencia de reconstruir. Pero lo mismo que Max Horkheimer ha demostrado acerca de pariente y antepasado del nihilismo, el escepticismo, vale también para la negación como fin en sí mismo, que de una función al menos parcialmente crítica y todos los intentos de cambiarlo. En este siglo, el nihilismo inherente a la sociedad de la mercancía ha abandonado su fase larvaria, que sólo podemos detectar mediante el análisis teórico que hizo Marx de la forma-mercancía. Ahora, en cambio en plena luz del día. El capitalismo ha producido unas devastaciones y unas “negaciones” que ni los nihilistas más auténticos habrían sido capaces de imaginar. A Stirner el moderno sujeto atomizado de la competitividad le habría parecido amoral. Las esperanzas que cifraba Leopardi en una vida breve e insegura, como condición para apreciarla más, se han hecho realidad de un modo muy poco heroico ni antiguo. Se ha definido el nazismo, no sin razón, como una “revuelta del nihilismo”. No es casual que Marx previera, en sus primero esquemas de trabajo, terminar su crítica de la economía política, el futuro Capital, con un capítulo sobre “el apocalipsis”. Toda la crítica marxiana de la economía política es una teoría de la crisis y una previsión de su derrumbe final, por mucho que los llamados marxistas hayan menospreciado esta clave de bóveda de su teoría. Hoy en día la negatividad radical podemos abonarla tranquilamente al desorden imperante, que sabe practicarla mejor que los mejores nihilistas. Lo que hoy hace falta es, como decía Hegel, la negación de la negación o –para decirlo con Avarroes- la destrucción de la destrucción."   



Párrafo final de "¿Critica social o nihilismo? El "trabajo de lo negativo" desde Hegel y Leopardi hasta el presente." de Anselm Jappe (en Jappe, Anselm; Kurz, Rober y Ortlieb, Claus Peter. El absurdo mercado de los hombres sin cualidades, 2009, ed. Pepitas de calabaza). En algún momento espero transcribir todo el artículo (a'onde!). 

EL CONSELHEIRO

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