martes, 17 de diciembre de 2013

LOS LOBOS Y EL BRUJO. X Máximo Porki

Desgraciadamente no recuerdo nada de lo que usted dice que pasó esa noche,  lo que si tengo en mente es una desagradable sensación de vacío y de temor infinito, como si lenguas de un fuego nocivo y devastador lamieran mis sienes afiebradas, como si sus bocas dentudas que hoy me acusan resoplaran sobre mi frente.

Usted dice que esa noche los carniceros cantaron de casa en casa y que nosotros avivamos sus lamentos arrojando sangre de pichones sobre los tejados. Dice usted que después de medianoche prendimos fuego a maderos en forma de cruces en frente de las casas de nuestros vecinos, que ahora se hallan muertos y que celebramos satíricas bacanales cara en frente a los festines sanguinarios que las fieras despedazaban a gusto.

Usted habla de maldades antiguas y ritos desconocidos,  y me señala como portavoz de voces campanudas que se elevaron de pozos desconocidos, me dice, con sus orejas encumbradas, que fui yo quien levantó el garrote sobre ustedes y que merezco con creces los suplicios que prepara junto a sus temibles amistades.

No recuerdo nada de lo que en su absurda lengua intenta imputarme y lo invito a que investigue, en las casas devastadas, para que vea el paso desproporcionado de sus compañeros.

Sus huellas lo delatan, señor, la sangre en su boca lo hiere y su aliento acre lo confiesa.

¿Por qué intenta atravesar las barreras naturales de esta tierra y se empina sobre sus dos patas traseras a imprecarme de este modo?

El demonio vive en usted y su sangre hierve de alevosía, por lo que veo de sus intenciones bien ganada tiene su fama de hijo del averno. Muera usted y su descendencia señor, pero jamás  tendrá de mi una confesión, acémila endiablada.


Mi sangre se derramará en este suelo inmundo y sus dientes destrozarán mis santas carnes, no satisfechos mancillaran a los más débiles y no quiero repetir en mi imaginación lo que harán a las jóvenes impúberes, pero en vuestra cara se lo digo mugriento señor de los bosques, mi magia desaparecerá y el hechizo que lo mantiene balbuceando acusaciones se hará humo y sus crines desalmadas  volverán a recorrer los montes y no quedará nada de usted y su conciencia.  Los hijos de estos hombres violentados los perseguirán hasta cazarlos y empalarlos frente a las tumbas de sus seres queridos.

Mi triunfo será mayor y de ustedes ya nadie temerá.

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