Este texto fue escrito alrededor de 1921. En él, Benjamin, expone al sistema económico actual como si fuera un sistema de
creencias religioso (desde ya era una herejía contra la sociología de su tiempo y la teoría de la estructura y la superestructura). Reconoce tres rasgos fundamentales del capitalismo: es una
religión puramente de culto, utilitaria, no dogmática; la celebración del culto
es constante, sin pausa; y es un culto culpabilizador, en el doble sentido que tiene el término Schuld en alemán, en tanto culpa y deuda. Esta culpa y deuda exige
una expiación que involucra al mismo dios, que está oculto. Una religión que no
pretende salvar la vida, sino, por el contrario, su absoluta destrucción (nota
del Consheleiro).
[Im
Kapitalismus ist eine Religion zu erblicken...] En el Capitalismo hay
que ver una religión. Esto significa que el Capitalismo sirve esencialmente
para satisfacer las mismas necesidades, tormentos o inquietudes a las que
antaño daban respuesta las llamadas religiones.
Esa estructura religiosa del
Capitalismo no es sólo similar a “una imagen de estilo religioso” (así pensaba
Max Weber), sino “un fenómeno esencialmente religioso”. Pero si hoy
intentáramos dar la prueba de esa estructura religiosa del Capitalismo,
acabaríamos en el callejón sin salida de una polémica universal y desmesurada.
No podemos abarcar la red en la que estamos; pero más tarde nos daremos cuenta.
No obstante, hoy ya es posible
reconocer tres rasgos de esa estructura religiosa del Capitalismo:
a) En primer lugar el Capitalismo es una religión puramente de culto, quizá la más cúltica que ha existido nunca. No tiene una teología dogmática específica: en él todo cobra significado sólo a través de una referencia inmediata al culto. Desde esta óptica adquiere el utilitarismo toda su coloración religiosa.
b) Un segundo rasgo del Capitalismo relacionado también con esa concreción cultual, es la duración permanente del culto: el capitalismo es como la celebración de un culto “sans trêve et sans merci” (sin tregua y sin piedad). No hay en él “días laborables”, no hay un solo día que no sea “día de fiesta”, en el sentido terrible de una ceremonia sacra superdesarrollada: es como el despliegue máximo de aquello que se venera.
c) En tercer lugar, se trata de un culto culpabilizador. El Capitalismo es quizás el primer caso de un culto que no es expiatorio sino culpabilizador. A partir de aquí, este sistema religioso se ubica en la explosión de un movimiento monstruoso: una terrible conciencia de culpa/deuda (Schuld en alemán significa a la vez culpa y deuda) que no sabe liberarse, echa mano del culto no para expiar la culpa sino para hacerla universal, para grabarse en nuestra conciencia y, por último y ante todo, inmiscuir al mismo Dios en esa culpa para acabar interesándole en la expiación.
La expiación, por tanto, no hay que
esperarla ni del mismo culto, ni de la reforma de esa religión (que siempre
debe apoyarse en algo más seguro que ella) ni en la apostasía de ella. Más bien
pertenece a la esencia de ese movimiento religioso que es el Capitalismo el
aguantar hasta el final: hasta la completa culpabilización final de Dios, hasta
la situación mundial de desesperación que ya hemos conseguido y en la cual
todavía seguimos esperando.
Ahí reside lo históricamente
inaudito del Capitalismo: que la religión ya no significa la reforma de la vida
sino su destrucción, la desesperación se transforma así en el estado religioso
del mundo, del cual hay que esperar la salvación. La trascendencia de Dios ha
desaparecido, pero Dios no ha muerto sino que se ha incrustado en el destino
humano. Todo este cruzar el planeta-hombre por la morada de la desesperación,
con la soledad más absoluta en su camino, es una actitud que deriva de
Nietzsche: ese hombre es el superhombre, el primero que conoce la religión capitalista
y comienza a practicarla.
Un cuarto rasgo es que el Dios (del
capitalismo) debe quedar escondido. Sólo puede ser invocado en el zenit de su
culpabilización. El culto es celebrado por una divinidad inexperta; y cada
pensamiento o cada representación de ella, destroza el misterio de su madurez.
También la teoría de Freud tiene que
ver con el señorío clerical de ese culto. Lo reprimido, la representación
pecaminosa y condenada es con mucho la analogía más luminosa del Capital que
cobra intereses del infierno del inconsciente.
La forma del pensamiento religioso
capitalista se encuentra (también) magníficamente expresada en la filosofía de
Nietzsche. La idea del superhombre empuja el salto apocalíptico no hacia la
conversión, la expiación, purificación o penitencia, sino hacia un crecimiento
constante que en sus últimos tramos se vuelve explosivo y discontinuo. Por eso,
crecimiento y desarrollo resultan inconciliables (en el sentido del adagio
“Natura non facit saltus”): el superhombre es el hombre histórico, construido
sin arrepentimiento y que atraviesa el cielo. Esa destrucción del cielo por el
crecimiento de la capacidad dominadora del hombre, ya fue juzgada por Nietzsche
como una culpabilización (deuda) religiosa; y sigue siendo eso.
Y algo parecido
en Marx: ese capitalismo incapaz de convertirse, se transforma en socialismo a
través de los intereses simples y compuestos, que son una función de la
deuda/culpa (¡atención a la ambigüedad de este concepto!).
El capitalismo es una religión del mero
culto, sin dogma. El capitalismo se ha desarrollado en Occidente –como se puede
demostrar no sólo en el calvinismo, sino en el resto de las orientaciones
cristianas ortodoxas- parasitariamente respecto del cristianismo de modo tal
que, al final, su historia es en lo esencial la de su parásito, el capitalismo.
-Comparación entre las imágenes de los santos de las distintas religiones, por
un lado, y los billetes de los distintos Estados, por otro- El espíritu que se
expresa en la ornamentación de los billetes.
Las preocupaciones: una enfermedad
del espíritu que es propia de la época capitalista. Situación espiritual (no
material) sin salida que (deviene) en pobreza, vagabundeo, mendicidad, monacato
de la vagancia. Una situación así, que carece de salida, es culpabilizante. Las
“preocupaciones” son el índice de la consciencia de culpabilidad de la
situación sin salida. Las "preocupaciones" nacen por el miedo de que
no haya salida, no material e individual, sino, comunitaria.
En tiempos de la Reforma el cristianismo
no favoreció el advenimiento del capitalismo, sino que se transformó en él.
Metódicamente habría que investigar, en primer lugar, qué vínculos estableció
en cada momento el dinero con el mito, hasta que pudo atraerse hacia sí, tantos
elementos míticos del cristianismo para constituir ya, el propio mito. El
precio de la sangre. Thesaurus de las buenas obras. El salario que se le debe
al sacerdote. Pluto como dios de la riqueza.
Vínculo del dogma de la naturaleza
resolutoria del saber y el capitalismo -propiedad para nosotros que lo hace, a
la vez, redentor y verdugo-: el balance como saber redentor y destructor.
Contribuye al conocimiento del
capitalismo como una religión el hacer presente que, originalmente, el
paganismo originario concebía la religión, no como un “elevado interés moral”
"superior", sino, como el más inmediatamente práctico. En otras
palabras, el paganismo fue tan poco consciente, como el capitalismo actual, de
su naturaleza “ideal”, “trascendente”, y la comunidad pagana consideraban a los
individuos irreligiosos o heterodoxos de su comunidad como incapaces, igual que
la burguesía actual considera a sus miembros no productivos.
Walter Benjamin, Kapitalismus
als Religion, Zur Geschichtsphilosophie, Historik und Politik, Gesammelte
Schriften Band VI 100-103.
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