Hace ya un tiempo que no retomaba la reseña de este
libro que han aparecido en este blog bajo el nombre de “Supersticiones del Rio
de la Plata”. Libro de finales del siglo XIX escrito en Uruguay por el español Daniel
granada (ver I, II y III). Esta vez la retomo porque me llama la atención el desprecio que el
autor tiene con lo que son las creencias y costumbres de la gente. Este tipo de
libros fue conformando la ideología de las burguesías locales. Permitió ir
imponiendo en las sociedades el absoluto desprecio de las clases dominantes por las
cosmovisiones no europeas, autóctonas, inútiles al nuevo proyecto socioeconómico que se esparcía
por el continente.
“La opinión pública tiene una concepción reducida
del cuerpo: es siempre, al parecer, lo que se opone al alma: toda extensión un
tanto metonímica del cuerpo es tabú.” (RBxRB, p. 86)
Violeta
Parra: “Ya se va para los cielos ese querido angelito” – cuando era niño y
escuche esta canción, pensé que decía “ya se va a parar al cielo”. Era una
verdadera intriga para mí. Desde las imágenes de esos querubines gordinflones y
de apariencia pegajosa que adornaban los brillantes altares de las oscuras
iglesias a las que me obligaban a ir; Hasta las escenas cinematográficas de las
películas bíblicas que pasaban los días cercanos a la semana santa en tiempo de
dictadura; todas esas visiones no me calzaban con eso que escuchaba en esta
canción ¿Por qué tenían que irse a parar a los cielos, si ya estaban en él? Ni
que decir del segundo verso: “a rogar por sus abuelos, por sus padres y
hermanitos”, más encima ¿tenían familia los ángeles? Y el verso que seguía:
“cuando se muere la carne el alma busca su sitio” ¿Qué tenía que ver la carne
con estos seres que decian que eran enviados por el señor para que cuidaran de nosotros? Y después:
“dentro de una amapola o dentro de un pajarito” solo sabía que mi abuelita
tomaba agüitas de amapola para dormir (y mucho tiempo después pude probar la
delicia de su sabia) y ¿Qué tenía que ver el pájaro si los ángeles ya tenían
alas?… Algo por el estilo eran las
preguntas que me planteaba cuando escuchaba la canción de Violeta Parra (que
por otra parte siempre que me la nombraban era cómo si hablaran de un pariente,
que no era obviamente). Fue así como fue formándose el sentido de “el angelito”
para mí.
ceremonía dedicada a infante muerto al nacer en algún lugar de los valcanes |
La costumbre de velar festivamente la
muerte de un recién nacido, no bautizado se expande por gran parte de
Latinoamérica y también por otros continentes. Supuestamente hace unos 50 años las cifras de
muerte infantil deben haber sido muchas más que las actuales por lo que la celebración
de “el angelito” debieron haber sido más comunes que ahora. Hoy en día en chile la
ley prohíbe que las mujeres aborten en cualquier caso, incluso cuando se tenga
la certeza de que el feto mueran antes o a penas salga del útero, por lo que he
conocidos casos en que madres, bajo la vigilancia hospitalaria (o clínica, según
sea su clase social), han tenido que llevar su embarazo hasta el final aunque
sea riesgoso para su salud. Al salir el feto sin vida o morir pronto los familiares y amigos se han visto en la necesidad de hacer “el angelito” –quizas de una manera más
recatada- como forma de exorcizar el trauma de dicha experiencia. Antiguamente
la costumbre consistía en colocar al bebe muerto en el centro del lugar,
sentado, vestido de blanco, al que se coloca una aureola y unas alitas que
tenían que servirle para su viaje al cielo.
También
aparece una referencia a esta costumbre en el libro de Granada, desde una
mirada despectiva a las costumbres populares que se daban en el Rio de La Plata.
Aparece ilustrada con una imagen de una fiesta donde aparecen bailando unos gauchos
al ritmo de la guitarra y el aguardiente.
ilustración de Enrique Rapela. |
A continuación
el filólogo, embestido como un santo de la ciencia, compara lo que son las
costumbres funerarias cristianas, civilizadas y burguesa, con el ritual funerario “que el
ínfimo vulgo suele dedicar a la muerte de los párvulos.”
describiéndolos en más detalles:
describiéndolos en más detalles:
“Velación
y sepultura de cuerpo del difunto son dos solemnidades que, en pudiendo, ningún
cristiano omite. La velación de un difunto que está en cuerpo presente, lleva
el nombre de velorio entre la gente vulgar, en sentido familiar entre la gente
culta [sic]. En sentido figurado se le
llama velorio a lo que es imposible o dudosa realización, y que sin embargo se
ofrece o se le quiere presentar como lisonjero. También en sentido figurado y
burlesco dícese que ha sido un velorio una tertulia desanimada o a la que ha
asistido poca gente. Lo propio dícese de cualquier de cualquier otro género de
reuniones que no han estado como era de esperar, dada su naturaleza. Mas no
toda clase de velorios son velorio;
pues los hay harto animados y estrepitosos que el ínfimo vulgo suele dedicar a
la muerte de los párvulos. Reunidos en la casa mortuoria hombres y mujeres,
deudos, amigos y convidados, entre los cuales nunca han de faltar soldados,
chinas y toda laya de gente alegre, se entretienen durante la noche en cantar y
bailar y en diversos juegos de prendas, como las aves nocturnas, el
pulpero, la cortina de amor, tan
significativos, sin dejar de la mano el cigarro, el mate y la copa de
aguardiente o caña, excitante de marca y muy a propósito para avivar más y más
el fuego encendido con el roce continuo de multitud de cuerpos desigualmente
cargados de electricidades de ambos géneros (positivo y negativo), que ora se
atraen, ora se neutralizan y ora se repelen. Movidos de tales estímulos, no es
de extrañar que termine la fiesta, como sucede frecuentemente, como tormenta de
rayos y truenos: palos y trompadas y tajos, amenazas, gritos, lamentaciones.
Tal es el coro de danza y canto que acompaña al recién fallecido angelito en su
dichosa ascensión a la celestial morada de los inocentes. La verdad es que el
termino velorio tiene un olor a pulpería,
que trasciende hasta la médula de los huesos. Decir velorio, es casi decir bochinche, o jarana, con escándalo y
pendencia.
“El velorio de un angelito solía durar
dos, cuatro, seis o más días: pues los vecinos y amigos solicitaban de los
padres o deudos el cuerpo de la criatura para celebrar en su casa la bienhadada
fiesta. Andaba a ese intento el cadáver putrefacto de casa en casa, dando
motivo a que la multitud se divirtiese, jugando, bailando, chacoteando,
comiendo y bebiendo. Ceñía el cuerpecito del ángel y colgando de él una cinta
roja o azul, por lo regular, que tenía unas cuantas varas de largo y en la cual
hacía un nudo cada uno de los concurrentes, a la cuenta para que llevase de
ellos al cielo un recuerdo de los que tan bien le querían y quedaban, menos
felices, en este valle de lágrimas.”
“La gente mas supersticiosa, entre el
vulgo que puebla las comarcas platenses, son los negros, zambos o pardos,
indios y mulatos; no tanto los mestizos; poco o nada los blancos. Menor, mucho
menor, es en el campo o campaña el
numero de blancos que el conjunto de aquellas castas, entre las que predomina
el mestizo o indio. Es de advertir que indio se llama indistintamente al
verdadero indio silvestre o civilizado) y al mestizo. Basta que un individuo
ostente sangre del indio en sus venas, para que lo llamen y se llame él mismo
indio sin el menor empacho; ni lo tienen a gala ni a mengua. A las mujeres,
sean indias puras (salvajes o cristianas), sean mestizas, se les llama comúnmente
chinas. Eso de chinas no tiene que ver nada, ni aun figuradamente, como pudiera
presumirse, con las cosas de aquel gran imperio del Asia dogmatizado por Confucio.”
Finaliza, obviamente, reivindicando que
todo lo bueno -en lo que concierne a creencias-, "la redención", vino de europa:
“Negros,
pardos, indios, mulatos, mestizos, blancos: tal es el orden descendente que
sigue el achaque de la credulidad en el hombre. No por esos ha de creerse que
el rico caudal de aprensiones que el campesino rioplatense almacena en la
memoria proceda del negro o del indio. Nada menos que eso. El origen de ellas,
en su mayor parte, en su casi totalidad es europeo. A toda la gente de color ha
cobijado debajo del mismo manto el tejido de las leyes divinas y humanas que el
Viejo Mundo introdujo en el Nuevo. Sólo que algunas castas han conservado, más
pertinazmente que otras las trazas que el paganismo había dejado de sus errores
en las masa del pueblo cristiano.”
Lo que Granada llama supersticiones son, en este caso, situaciones de resistencia a la lógica de las sociedades modernas, la forma en que se expresaban cosmovisiones que se creían extintas, aplastadas por la religión europea. En el culto al angelito debemos ver la unidad inidivisible entre el cuerpo y lo que el cristianismo llama alma, una reivindicación de la fiesta y la tragedia, el entrelazamiento de la celebración y el luto, en suma, el principio dual del mundo.
Lo que Granada llama supersticiones son, en este caso, situaciones de resistencia a la lógica de las sociedades modernas, la forma en que se expresaban cosmovisiones que se creían extintas, aplastadas por la religión europea. En el culto al angelito debemos ver la unidad inidivisible entre el cuerpo y lo que el cristianismo llama alma, una reivindicación de la fiesta y la tragedia, el entrelazamiento de la celebración y el luto, en suma, el principio dual del mundo.
acá les dejo esta película que habla sobre el tema:
los modos de la sociedad moderna dicen hoy : si tu angelito no està registrado en el seguro de sepelio, a menos q`desenbolses 6000 $.. , no podrà ser velado ni enterrado sin hacer tràmites de certificados de pobreza etc..
ResponderBorrarNo quitaron esta costumbre, para mercantilizar hasta la muerte de los no natos o recien nacidos... y además enredarnos en la burocracia estatal... que desagradable tener que hacer tramites además de todo el peso que implican estas situaciones.
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