Eric Hobsbawn
murió el año pasado, y mucho fueron los que le rindieron homenajes póstumos,
incluidos medios reaccionarios de izquierda y de derecha en diversos países. No
pretendemos hacerle un homenaje ni atacarlo en esta entrada (cualquiera de las
dos posibilidades lo puede hacer abajo en la zona de comentarios), sólo plantear
algunas reflexiones que me parecen interesantes sobre el milenarismo y que aparecen en su primer libro, traducido al
castellano como “Rebeldes Primitivos”. En el plantea una especie de péndulo que
existirían en los movimientos sociales que oscilarían desde un extremo pasional
milenarista a otro racional revolucionario y entre los dos abrían numerosas
posiciones intermedias… pero vamos por partes:
¿Qué es el milenarismo?
H, responde:
“La esencia del milenarismo, la esperanza de un cambio completo y radical del mundo, que se reflejará en el milenio, un mundo limpio de todas sus deficiencias presentes, no queda confinado al primitivismo. Hallamos esa esperanza, casi por definición en todos los movimientos revolucionarios de cualquier índole.”
H. distingue tres características principales:
1.-
rechazo profundo y completo de este mundo de maldad, y un anhelo apasionado de
otro mejor, en una palabra, espíritu revolucionario.
2.- Una
ideología bastante típica, de índole quiliástica. Rasgo descrito en el libro de
Norman Cohn “En pos del milenio” tiene que ver con el mesianismo judeocristiano
antes de que apareciera el revolucionarismo secular[1].
3.- Es
común a los movimientos milenaristas una fundamental vaguedad acerca de la
forma en que se traerá la nueva sociedad.
Respecto al último punto aclara:
“Es difícil
precisar más este últimos punto ya que los movimientos de la clase estudiada
van desde la pasividad pura de una parte, hasta los que por otra parte se
aproximan a los métodos revolucionarios modernos –y aun, según veremos, los hay
que se funden naturalmente con movimientos revolucionarios modernos-. Sin
embargo, acaso podamos aclarar aquella tercera observación del siguiente modo.
Los movimientos revolucionarios modernos tienen –de modo implícito o explícito-
unas cuantas ideas bastantes definidas acerca de cómo ha de sustituirse la
vieja sociedad por la nueva, y de estas ideas la más crucial es la que se
refiere a lo que podemos llamar el traspaso del poder. Los viejos dirigentes deben
ser arrancados de sus posiciones. El “pueblo” (o la clase o grupo
revolucionario) debe apoderarse de él, y entonces llevar a cabo una serie de
medidas –la redistribución de la tierra, la nacionalización de los medios de
producción, o lo que sea-. En todo esto el esfuerzo organizado de los
revolucionarios tiene carácter decisivo, y las doctrinas de la organización, la
estrategia y la táctica, etc., revisten a veces un carácter complejísimo,
siendo fruto del propósito, por parte de quienes lo elaboran, de ayudar a en
sus tareas a los revolucionarios. Los revolucionarios hacen cosas como por
ejemplo organizar una manifestación de masas, levantar barricadas, avanzar
sobre las casas consistoriales, izar la bandera tricolor, proclamar la República
única e indivisible, nombrar un gobierno provisional y lanzar un llamamiento a
una asamblea constituyente. (Éste es en términos generales el molde que tantos
ellos aprendieron de la revolución francesa. No es, por supuesto, el único
procedimiento posible) Pero el movimiento milenarista “puro” actúa de modo muy
diferente sea por la inexperiencia de sus miembros o por la estrechez de sus
horizontes, o también por el efecto de las ideologías y de las concepciones
previas milenaristas. Sus seguidores no sabes hacer la revolución. Esperan que
se haga ella sola, por revelación divina, por una proclamación que venga de arriba,
por un milagro –esperan que se haga de alguna manera-. La parte que le toca al
pueblo antes del cambio es la de reunirse, la de prepararse, la de atender a
los signos precursores del cataclismo, la de escuchar a los profetas que
predican la venida del Gran Día, y también acaso el de adoptar ciertas medidas
rituales en previsión del momento decisivo en que se vendrá el cambio, o de
purificarse a sí mismos abandonando la escoria del nuevo mundo vil del presente
para poder entrar al nuevo mundo resplandeciente en su pureza. Entre los dos
extremos del milenarismo “puro” y del
revolucionario político “puro” son posibles toda clase de posiciones intermedias.”
Es un
punto de vista interesante plantear estos dos contrapuntos para analizar los
movimientos sociales de cualquier tipo y hasta los mismo sujetos. Ya la retórica antigua consideraba dentro del discurso
los argumentos por el logos y también por el pathos. Creo que da la posibilidad
de tomar en cuenta no sólo la importancia de la parte racional que tiene que
ver con el programa que los motiva y sus reivindicaciones, sino también de
retomar la parte pasional que también puede estar detrás los movimientos
sociales, la identificación, el misticismo, su historia en términos de relato,
etc. En resumen la forma en que cada movimiento construye su identidad más allá
de lo meramente reivindicativo y programático.
[1]
Cohn en las
conclusiones del nombrado libro (1957) dice a propósito de los movimientos
revolucionarios modernos “el antiguo lenguaje religiosos ha sido remplazado por
el lenguaje secular […] despojados de su autoridad sobrenatural, el milenarismo
y el anarquismo místico están todavía con nosotros”. Hobsbawn considera dos años despues de que apareciera el libro de Cohn que este está “viciado por una tendencia a
interpretar los movimientos revolucionarios medievales des el punto de vista de
los modernos, y viceversa, práctica que ni mejora nuestra comprensión de los
husitas, ni tampoco aclara nuestra idea del comunismo moderno”. Debord en
La Sociedad del Espectáculo (1967) sería más tajante en la crítica al trabajo de Cohn
planteando que: “Las esperanzas revolucionarias modernas no son, como
cree mostrar Norman Cohn en “en post del milenio”, secuelas irracionales de la
pasión religiosa del milenarismo. Todo lo contrario, es el milenarismo, lucha
de clase revolucionaria hablando por última vez el lenguaje de la religión, el
que constituye ya una tendencia revolucionaria moderna a la que falta todavía la
conciencia de no ser histórica” (LSDE, aforismo 138).
Actividad:
ResponderBorrarDibuje un abanico poniendo en un extremo la posición que considere más racional revolucionaria, y en el otro la posición que considere más pasional milenarista. Entre ambos ponga todas las posiciones intermedias que pueda reconocer en su entorno. Luego dibuje su cara lo mejor posible sobre la posición en que crea en que se encuentra.