sábado, 30 de noviembre de 2013

Milenarismo y Revolucionarismo a partir de “Rebeldes primitivos” de E. Hobsbawn (no es un homenaje).



     Eric Hobsbawn murió el año pasado, y mucho fueron los que le rindieron homenajes póstumos, incluidos medios reaccionarios de izquierda y de derecha en diversos países. No pretendemos hacerle un homenaje ni atacarlo en esta entrada (cualquiera de las dos posibilidades lo puede hacer abajo en la zona de comentarios), sólo plantear algunas reflexiones que me parecen interesantes sobre el milenarismo y que aparecen en su primer libro, traducido al castellano como “Rebeldes Primitivos”. En el plantea una especie de péndulo que existirían en los movimientos sociales que oscilarían desde un extremo pasional milenarista a otro racional revolucionario y entre los dos abrían numerosas posiciones intermedias… pero vamos por partes:
            ¿Qué es el milenarismo?

            H, responde:
 “La esencia del milenarismo, la esperanza de un cambio completo y radical del mundo, que se reflejará en el milenio, un mundo limpio de todas sus deficiencias presentes, no queda confinado al primitivismo. Hallamos esa esperanza, casi por definición en todos los movimientos revolucionarios de cualquier índole.”

            H. distingue tres características principales:
1.- rechazo profundo y completo de este mundo de maldad, y un anhelo apasionado de otro mejor, en una palabra, espíritu revolucionario.
2.- Una ideología bastante típica, de índole quiliástica. Rasgo descrito en el libro de Norman Cohn “En pos del milenio” tiene que ver con el mesianismo judeocristiano antes de que apareciera el revolucionarismo secular[1].
3.- Es común a los movimientos milenaristas una fundamental vaguedad acerca de la forma en que se traerá la nueva sociedad.

Respecto al último punto aclara:
“Es difícil precisar más este últimos punto ya que los movimientos de la clase estudiada van desde la pasividad pura de una parte, hasta los que por otra parte se aproximan a los métodos revolucionarios modernos –y aun, según veremos, los hay que se funden naturalmente con movimientos revolucionarios modernos-. Sin embargo, acaso podamos aclarar aquella tercera observación del siguiente modo. Los movimientos revolucionarios modernos tienen –de modo implícito o explícito- unas cuantas ideas bastantes definidas acerca de cómo ha de sustituirse la vieja sociedad por la nueva, y de estas ideas la más crucial es la que se refiere a lo que podemos llamar el traspaso del poder. Los viejos dirigentes deben ser arrancados de sus posiciones. El “pueblo” (o la clase o grupo revolucionario) debe apoderarse de él, y entonces llevar a cabo una serie de medidas –la redistribución de la tierra, la nacionalización de los medios de producción, o lo que sea-. En todo esto el esfuerzo organizado de los revolucionarios tiene carácter decisivo, y las doctrinas de la organización, la estrategia y la táctica, etc., revisten a veces un carácter complejísimo, siendo fruto del propósito, por parte de quienes lo elaboran, de ayudar a en sus tareas a los revolucionarios. Los revolucionarios hacen cosas como por ejemplo organizar una manifestación de masas, levantar barricadas, avanzar sobre las casas consistoriales, izar la bandera tricolor, proclamar la República única e indivisible, nombrar un gobierno provisional y lanzar un llamamiento a una asamblea constituyente. (Éste es en términos generales el molde que tantos ellos aprendieron de la revolución francesa. No es, por supuesto, el único procedimiento posible) Pero el movimiento milenarista “puro” actúa de modo muy diferente sea por la inexperiencia de sus miembros o por la estrechez de sus horizontes, o también por el efecto de las ideologías y de las concepciones previas milenaristas. Sus seguidores no sabes hacer la revolución. Esperan que se haga ella sola, por revelación divina, por una proclamación que venga de arriba, por un milagro –esperan que se haga de alguna manera-. La parte que le toca al pueblo antes del cambio es la de reunirse, la de prepararse, la de atender a los signos precursores del cataclismo, la de escuchar a los profetas que predican la venida del Gran Día, y también acaso el de adoptar ciertas medidas rituales en previsión del momento decisivo en que se vendrá el cambio, o de purificarse a sí mismos abandonando la escoria del nuevo mundo vil del presente para poder entrar al nuevo mundo resplandeciente en su pureza. Entre los dos extremos del milenarismo “puro”  y del revolucionario político “puro” son posibles toda clase de posiciones intermedias.”    
     

     Es un punto de vista interesante plantear estos dos contrapuntos para analizar los movimientos sociales de cualquier tipo y hasta los mismo sujetos. Ya la retórica antigua consideraba dentro del discurso los argumentos por el logos y también por el pathos. Creo que da la posibilidad de tomar en cuenta no sólo la importancia de la parte racional que tiene que ver con el programa que los motiva y sus reivindicaciones, sino también de retomar la parte pasional que también puede estar detrás los movimientos sociales, la identificación, el misticismo, su historia en términos de relato, etc. En resumen la forma en que cada movimiento construye su identidad más allá de lo meramente reivindicativo y programático.  





[1] Cohn en las conclusiones del nombrado libro (1957) dice a propósito de los movimientos revolucionarios modernos “el antiguo lenguaje religiosos ha sido remplazado por el lenguaje secular […] despojados de su autoridad sobrenatural, el milenarismo y el anarquismo místico están todavía con nosotros”. Hobsbawn considera dos años despues de que apareciera el libro de Cohn que este está “viciado por una tendencia a interpretar los movimientos revolucionarios medievales des el punto de vista de los modernos, y viceversa, práctica que ni mejora nuestra comprensión de los husitas, ni tampoco aclara nuestra idea del comunismo moderno”.  Debord en La Sociedad del Espectáculo (1967) sería más tajante en la crítica al trabajo de Cohn planteando que: “Las esperanzas revolucionarias modernas no son, como cree mostrar Norman Cohn en “en post del milenio”, secuelas irracionales de la pasión religiosa del milenarismo. Todo lo contrario, es el milenarismo, lucha de clase revolucionaria hablando por última vez el lenguaje de la religión, el que constituye ya una tendencia revolucionaria moderna a la que falta todavía la conciencia de no ser histórica” (LSDE, aforismo 138).

1 comentario:

  1. Actividad:
    Dibuje un abanico poniendo en un extremo la posición que considere más racional revolucionaria, y en el otro la posición que considere más pasional milenarista. Entre ambos ponga todas las posiciones intermedias que pueda reconocer en su entorno. Luego dibuje su cara lo mejor posible sobre la posición en que crea en que se encuentra.

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